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viernes, 30 de abril de 2010

De lo que le sucedió a un hombre bueno con su hijo...del infante Don Juan Manuel




....El Conde Lucanor, del infante Juan Manuel, es una clásica recopilación de cuentos cuyo objetivo primordial es dar una enseñanza por medio del ejemplo. El conde siempre solicita consejo a su administrador personal, Patronio, y éste le relata una leyenda de la que su patrón extraerá una enseñanza que le ayudará a resolver sus inquietudes o problemas. Es un libro medieval, escrito en castellano antiguo, muchas ediciones vienen con las dos versiones, castellano antiguo y castellano actual. Es un tanto pesado para leer debido a los rodeos y a la gran extensión que se le concede al discurso introductorio de la leyenda y al discurso moralizante al final de ella, siendo que con el relato mismo bastaría para extraer la moraleja, pues está tácita. No obstante estas incomodidades que todo lector encuentra al toparse con un texto antiguo, la grandeza imaginativa de las leyendas resulta incuestionable.
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....Hay una en especial que, al leerla, me redondeó de manera certera una sensación que me inquietaba cuando era niña y ya empezaba a vislumbrar esa faceta ambigua de la "verdad", esa intuición que me decía que muchas realidades son sólo construcciones subjetivas, que si todas las realidades son reales por igual, ninguna puede serlo de manera definitiva... A veces los adultos se contradecían bastante... Para mi tía A. apreciar un regalo era procurar que no se destruyese, ni desgastase, que estuviera preservado en un lugar seguro, guardado, lejos del ajetro y protegido del polvo, quizás por un nylon, esa era la actitud esperable de una niña que realmente aprecia su regalo. En cambio, para mi tía L. el aprecio de una niña ante un obsequio se manifestaba en el uso que ésta le diera a ese objeto sin preocuparse por el desgaste que el uso le produjese, ya sea una prenda de vestir, un juguete, unos aretes, una cajita musical... Esas pequeñas cosas desarrolladas en cientos de situaciones distintas hicieron que desde chica prefiriese, ante la diversidad de criterios de los adultos, los libros de cuentos y lo que ellos sugerían. Buscaba encontrar en ellos ¿alguna verdad incuestionable? ¿algo concreto a lo que aferrarse? ¿algún sentido común que redireccionase las directivas disímiles que recibía?
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....Quién sabe... Creo que la única verdad que encontré, incuestionable, me la dio este cuento que siempre se me viene a la mente, porque creo que me identifiqué con la situación que en él se presenta. Hoy lo he buscado para releerlo, la mente desdibuja lo que lee con el tiempo, los recuerdos no son perfectos y parece que se gastaran mientras más los usamos, porque los reformulamos de maneras distintas en cada evocación y el resultado final, casi siempre, tiene alguna que otra distorsión. Asi que he ido a la fuente para refrescar este cuento que me parece muy ingenioso, perspicaz, sabio y vigente. Para aquellos que sufren por las opiniones ajenas o lo que de ellos piensen sus seres queridos (no es mi caso, pero alguna vez, cuando niña, lo fue) aquí pego el fragmento central, evitando la introducción y la manifiesta moraleja final. Pienso como Monterroso acerca de la inutilidad de las moralejas (ese fragmento agregado al final, especie de anagnórisis, de "pasado en limpio" de la enseñanza). Monterroso dice: ninguna fábula es daniña, excepto cuando alcanza a verse en ella alguna enseñanza. Más que dañina, yo diría que es cansina, por redundante, cae como un sermón final que estorba la tarea del lector de extraer por sí mismo el sentido del texto. De todas maneras, es lo que en la época se estilaba, cumplía una función aleccionadora eficaz tal vez, y el consejo de Monterroso regiría, supongo, para las fábulas modernas. Bueno, aquí está el II cuento del Conde Lucanor:

"Lo que sucedió a un hombre bueno con su hijo"
 
....»Este buen hombre y su hijo eran labradores y vivían cerca de una villa. Un día de mercado dijo el padre que irían los dos allí para comprar algunas cosas que necesitaban, y acordaron llevar una bestia para traer la carga. Y camino del mercado, yendo los dos a pie y la bestia sin carga alguna, se encontraron con unos hombres que ya volvían. Cuando, después de los saludos habituales, se separaron unos de otros, los que volvían empezaron a decir entre ellos que no les parecían muy juiciosos ni el padre ni el hijo, pues los dos caminaban a pie mientras la bestia iba sin peso alguno. El buen hombre, al oírlo, preguntó a su hijo qué le parecía lo que habían dicho aquellos hombres, contestándole el hijo que era verdad, porque, al ir el animal sin carga, no era muy sensato que ellos dos fueran a pie. Entonces el padre mandó a su hijo que subiese en la cabalgadura.

....»Así continuaron su camino hasta que se encontraron con otros hombres, los cuales, cuando se hubieron alejado un poco, empezaron a comentar la equivocación del padre, que, siendo anciano y viejo, iba a pie, mientras el mozo, que podría caminar sin fatigarse, iba a lomos del animal. De nuevo preguntó el buen hombre a su hijo qué pensaba sobre lo que habían dicho, y este le contestó que parecían tener razón. Entonces el padre mandó a su hijo bajar de la bestia y se acomodó él sobre el animal.

....»Al poco rato se encontraron con otros que criticaron la dureza del padre, pues él, que estaba acostumbrado a los más duros trabajos, iba cabalgando, mientras que el joven, que aún no estaba acostumbrado a las fatigas, iba a pie. Entonces preguntó aquel buen hombre a su hijo qué le parecía lo que decían estos otros, replicándole el hijo que, en su opinión, decían la verdad. Inmediatamente el padre mandó a su hijo subir con él en la cabalgadura para que ninguno caminase a pie.

....»Y yendo así los dos, se encontraron con otros hombres, que comenzaron a decir que la bestia que montaban era tan flaca y tan débil que apenas podía soportar su peso, y que estaba muy mal que los dos fueran montados en ella. El buen hombre preguntó otra vez a su hijo qué le parecía lo que habían dicho aquellos, contestándole el joven que, a su juicio, decían la verdad.




....Supe después que este cuento es una adaptación de una fábula de Esopo  llamada El anciano, el niño y el burro. En vez de mula, Esopo presentaba un burro, y no sólo se limitaba a las cuatro posibilidades expuestas aquí (la de ir hijo sobre lomo de mula, padre sobre lomo de mula, ninguno de los dos o ambos), sino que extendía las posibilidades y presentaba a los personajes llevando la mula a cuestas, por ejemplo...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿que tipo de cuento es?

Noelia A dijo...

Realista-moralizante.

Anónimo dijo...

ese cuento dice que no importa como seas y te arregles para mejorarte las personas siempre te criticaran

Marisa dijo...

En el texto no aparece como mula, sino como bestia, animal y cabalgadura, así que podría ser una mula o un burro.

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