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Sugerencia de la semana: Noche en el hotel, Slawomir Mrozek (microcuento)

sábado, 30 de julio de 2011

----------Los contrarios se tocan----------


Agustín de Hipona

(354 d.C - 430 d.C)


Para conocerse [a sí mismo el ser humano] necesita estar muy avezado en separarse de la vida de los sentidos y replegarse en si y vivir en contacto consigo mismo. [...] Así, el espíritu, replegado en sí mismo, comprende la hermosura del universo, el cual tomó su nombre de la unidad. Por tanto, no es dable que vean aquella hermosura las almas desparramadas en lo externo, cuya avidez engendra la indigencia, que sólo se logra evitar con el despego de la multitud. Y llamo multitud, no de hombres, sino de todas las cosas que abarcan nuestro sentidos.
Ni te admires de que sea tanto más pobre uno cuanto más cosas quiera abrazar.
Porque así como en una circunferencia, por muy grande que sea, sólo hay un punto adonde convergen las demás, llamado por los geómetras centro, y aunque todas las partes de las circunferencia se pueden dividir infinitamente, sólo el punto del centro está a igual distancia de los demás, y como dominándolos por cierto derecho de igualdad. Mas si quieres salir de allí a cualquier parte, cuando de más cosas vayas en pos tanto más se pierden todas: así el ánimo, desparramado en sí mismo, recibe golpes innumerables y vese extenuado y reducido a la penuria de un mendicante cuando toda su naturaleza lo impulsa a buscar doquiera la unidad y la multitud le pone el veto.



San Agustín, El orden, Libro primero, capítulo 2


Epicuro
(341 a.C - 270 a.C)
Nosotros necesitamos del deleite cuando nos dolemos de no tenerlo; más cuando no nos dolemos, ya no lo necesitamos. Por lo cual decimos que el deleite es el principio y fin de vivir felizmente. [...] Tenemos por un gran bien el contentarse con una suficiencia, no porque siempre usemos escasez, sino para vivir con poco cuando no tenemos mucho. [...] Así, cuando decimos que el deleite es el fin, no queremos entender los deleites de los lujuriosos y derramados, y los que consisten en la fruición, como se figuraron algunos, ignorantes de nuestra doctrina o contrarios a ella, o bien que la entendieron siniestramente, sino que unimos el no padecer dolor en el cuerpo con el estar tranquilo en el ánimo. No son los convites y banquetes, no la fruición de muchacho y mujeres [...] sino un sobrio raciocinio. De este lo más estimado es la prudencia; de manera que lo más estimable y precioso de la filosofía es esta virtud...
Y así como no elige [el sabio] la comida más abundante, sino la más sabrosa, así también en el tiempo no escoge el más diuturno, sino el más dulce y agradable.



Epicuro, Carta a Meneceo

martes, 19 de julio de 2011

Correspondencia de Abelardo y Eloísa

Leer Cartas de Abelardo y Eloísa (google e-books) Eloísa a Abelardo (Olvídate de mí) de Alexander Pope, en español.
Materia pendiente eran las cartas de Abelardo y Eloísa. Las leí de una edición muy vieja que encontré digitalizada en google-books. Quizás no sea lo más recomendable, puesto que el español en que están traducidas es un poco antiguo y, por este motivo, la acentuación y ortografía distan mucho de las actuales. 
En esta edición, de 1826, el editor ha recortado fragmentos de la carta que manda Abelardo a Filinto (que es la ocasión que da inicio a la correspondencia con Eloísa). No queda claro si estos recortes se deben a un propósito sintético o a un prurito puritano, pues parece ser que algunos segmentos son considerados subidos de tono por quien hace la nota introductoria. Textualmente: hay expresiones que puestas en idioma vulgar ofenderían los oídos castos (Abelardo y Eloísa escribían sus cartas en latín). .....Para quien no conoce la historia, estos sucesos tienen lugar en el siglo XII. Eloísa es una joven de quince o diecisés años, que vive bajo la tutoría y cuidado de su tío Fulberto (canónigo de la catedral de París), quien contrata a Abelardo (reconocido filósofo de treinta y siete o treinta y ocho años) para que la instruya. Abelardo y Eloísa se enamoran y, tras unos meses, ella queda embarazada, motivo por el cual Fulberto entra en malos tratos con el maestro. Abelardo decide subsanar esta relación casándose con Eloísa, a pesar de la renuencia que ésta manifiesta ante el matrimonio. Las nupcias se celebran en secreto y los amantes mantienen oculta su condición. Pero Fulberto no considera suficientemente reparado el honor de su sobrina y sale a pregonar la noticia de la boda. Ella, para proteger a su marido (a quien le serían negados los rangos eclesiásticos de divulgarse la relación) niega el matrimonio, dejando así a su tío en ridículo frente a la comunidad. Fulberto, por consiguiente, comienza a maltratar a su sobrina, por lo que Abelardo la envía al monasterio de Argentuil. Creyendo el tío que Abelardo la secuestra y oculta para proteger su perfil académico, decide tomar venganza de ambos y manda a castrar al amante. 
Debido a que imperaba la ley del Talión, ya sabemos lo que les pasó a los perpetradores (la investidura protegió al canónigo de sufrir el mismo fin, en vez su pena se redujo al destierro y a la confiscación de bienes). 
Tras los incidentes, Abelardo confina a Eloísa al claustro y luego él hace lo mismo. Ella toma los votos luego de dar a luz a un niño al que llama Astrolabio en honor a la lección aplazada en la que lo concibió. De este niño se sabe prácticamente nada, a excepción del nombre y de que fue retirado del cuidado de la madre cuando era bebé. 
Quedan así separados y es una carta que Abelardo dirige a un amigo la que llega inesperadamente a las manos de Eloísa. En ella él intenta consolar a un triste compañero contándole sus propias penas:
Por la triste relación que me haces de tus desgracias veo cuan necesitado te hallas de pronto y eficaz consuelo; pero ¿crees, querido Filinto, ser el hombre único que llora y padece en el universo? ¡Ay de mí, a quién te diriges! [la gente no cambia mucho a través del tiempo] Sabe y contempla mis desgracias, y las tuyas te parecerán menos sensibles luego que las compares...
O sea, que Eloísa se entera de todas las desventuras ocurridas a su amado mediante esta carta (Abelardo fue en ese decurso acusado de herejía y corrido de varios monasterios).
Ella inicia entonces la correspondencia. En total el libro cuenta con cinco cartas y tres poemas. Dos de estas poesías están escritas en nombre de Eloisa y una de Abelardo, pero en realidad son paráfrasis. Se trata, como indica el traductor, de interpretaciones libres puestas en verso por otros autores que, al parecer, las recopilaciones agregaban al final de la correspondencia. ....Hay muchas versiones para chequear, pero es bueno echarle un ojo a esta Cartas de Abelardo y Eloísa (1814), editada en Valencia, por José Ferrer de Orga, (ver la última página) porque en ella se colocan los nombres de los autores de las poesías (en la versión que leí no estaban, y he visto que hay gente que busca con ahínco la traducción al español del poema de Alexander Pope Eloísa a Abelardo, o más comúnmente llamado Olvídate de mí). Pues bien, este poema es el que aparece en la página 79 de dicha edición (ver página 77, allí se aclara el autor). También pueden encontrarlo traducido en otra versión española Correspondencia de Abelardo y Eloísa (1826) yendo a la página 121. .....En una edición más prolijamente digitalizada, que ocupa dos tomos de trescientas páginas cada uno (que incluye la versión original, en latín): Cartas de Abelardo y Heloísa (1839, Barcelona, Imprenta de A.Bergnes), se encuentra esta queja indignada de los editores: Verdad es que los librejos que hasta ahora han recorrido España bajo el título de Cartas de Abelardo y Eloísa eran muy poco al caso para presentar a los dos amantes bajo su verdadero punto de vista. En dichas cartas (parodiadas más bien que "traducidas libremente", como dicen las posdatas), el formidable rival de San Bernardo y la eruditísima abadasa del Paracleto hablan la insípida jerga de los amartelados vulgares de la novela; y hasta en sus retratos se han cometido los anacronimos más deplorables. 
Si debemos fiarnos de esta versión que asume una aproximación más real de los retratos, los amantes deberían lucir más o menos así: ...
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Sigamos con el contenido: .Dice Eloísa:
...el tiempo, que todo consume, no ha podido destruir el odio de estos contra ti, y tu virtud se ve aún perseguida, prometo publicar nuestras desgracias en diferentes idiomas para avergonzar al siglo injusto que no te ha conocido: nada omitiré...

 

Y no omite nada. Contrasta mucho su naturalidad con el recato que opone Abelardo al dirigirse a ella, por momentos gélido. Tanto se contiene Abelardo en honor a la virtud, y tanto le pide ella de verlo que él termina soltándole una perorata más del amor a Dios (el único amor que constituye una virtud) y ofreciéndole sus restos:
...no para derramar lágrimas, que ya no será tiempo: viértelas ahora para apagar en ellas ardores criminales: entonces me verás, para fortificar tu piedad con el horror de un cadáver, y mi muerte, más elocuente que yo, te dirá qué es lo que se ama cuando se ama a un hombre.
Fiel hijo de la escolástica, resulta menos abierto (a pesar de toda su filosofía) que Eloísa, quien incluso se atreve a cuestionar preceptos que para él son incuestionables. Para ello tiene una hábil estrategia, suelta sus ideas y luego se reprende a sí misma. Sin embargo, por más empeño que pone Abelardo, se le sueltan frases como estas:
Hice voto de olvidarte, y sólo he olvidado el voto.
¡Nada espero del amor, y no puedo consagrarme a la virtud!
Entiéndase virtud como una manera consecuente de obrar respecto de las pautas divinas. Implica la renuncia a los placeres terrenales y a todo tipo de pasiones. Y también estas otras:
...y si no triunfas de ella, bien puedes perder la esperanza de tu eterna salvación: ¿y yo qué partido quieres que tome? ¿quieres que, rebelde al Espíritu Santo, ahogue sus inspiraciones, y vaya por complacerte a enjugar las lágrimas que el demonio te hace verter?
*
En todo caso, ninguno de los dos triunfa del amor, más bien representan un papel socialmente aceptable:
Procuro, cuanto menos, ocultar mi caída a las vírgenes que confiaste a mi cuidado[1]. Todas admiran mi virtud; pero si sus ojos penetrasen hasta lo íntimo de mi corazón ¿qué cosas no descubrirían? Allí, verían amotinadas mis pasiones, y que yo, gobernándolas a ellas, no puedo gobernarme a mí misma. [...] Esta criminosa ficción es loable de algún modo; así no causo escándalo a las gentes del siglo, tan propensas a formar malos juicios, ni perturbo la virtud de estas palomas, cuya conducta me está confiada: con un corazón henchido de amor hacia un hombre las exhorto a que amen a Dios solamente.
El mundo que comúnmente se engaña en sus juicios, me cree sosegado; y como si no hubiera amado en ti sino la satisfacción de mis sentidos, piensan que te he olvidado. ¡Qué grosero error! Sin duda creo que imaginaron que el dolor y vergüenza de verme cruelmente maltratado me hacían abandonar el siglo; como si mi amor, ingenioso en buscar contentamiento, no fuera capaz de inventar mil placeres tan sensibles como el de que me privó Fulberto.
*
El amor visto como una tentación diabólica, la culpa por sentirlo, la pasión incontrolable, las confesiones y los recuerdos dominan las letras. Testimonio del amor que Abelardo siente por Eloísa queda no sólo en las cartas sino también en Historia de mis desventuras, la autobiografía de Abelardo, escrita en 1132 (que es en realidad la carta dirigida a su amigo Filinto). Copio una parte del estudio preliminar hecho por José María Cigüela, que me parece significativo:
Evidentemente, en los amores entre Abelardo y Eloísa no se guardaron los cánones reinantes en el amor cortesano: "las realidades del amor no son sublimadas hasta las alturas del amor platónico; el amor físico de la criatura no conduce al amor del creador; la dama no es aquí la reina, sino la esclava". No se trata de la expresión clásica del amor. Son amores más bien salvajes, atormentados por los conflictos entre la fe y la pasión. Nada hay de idealización en estos amores, todo es humano. Eloísa está dispuesta a sacrificarse enteramente por su amado. No quiere ser su esposa porque serlo redundaría en desmedro de la carrera de Abelardo. Lo llama "su único". Realmente esto no entraba dentro de las normas del amor cortesano que reinarían a fines de siglo.
------------------------------------------------------------- Algunas imágenes -------------------------------------------------------------
1- Abelardo y Eloísa tal como aparecen en el Roman de la Rose (siglo XIV) 3- Abelardo y Eloísa sorprendidos por Fulberto, por Jean Vignaud (1819) 2- Abelardo y ELoísa, por Robert Bateman (1879) 4. Abelardo y Eloísa, por Edmund Blair Leighton (1882) 5- Códex Manesse 6- Sepulcros de Abelardo y Eloísa en el cementerio Père Lachaise, de París. 7-Abelard and Heloise, Eleanor Fortescue Brickdale 8- Aberlard and Eloise, Óleo de Ke-Hsin Jenny Chi.

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[1]Eloísa era la abadesa del Paracleto, el convento levantado por orden de Abelardo, tenía a su cargo la instrucción y cuidado de las monjas.

jueves, 14 de julio de 2011

Carta abierta a Von Weber, Richard Wagner

LEER---> Carta abierta a Ernst von Weber
Recorto partes de las extensísima carta conocida como Carta abierta contra la vivisección que le envía el músico, compositor y dramaturgo a su condiscípulo romántico Ernst von Weber. La misiva tiene por objeto apoyar la causa en favor de la protección de los animales, va direccionada particularmente en contra de la vivisección, instaurada por la ciencia con pretextos medicinales. Apela a la piedad, al sentimiento (no a la razón) de las personas. Alude a la sabiduría brahamánica y menciona a Plutarco y, muy en especial, a Schopenhauer como precursores de la defensa del animal. Sanciona al comercio, a la burguesía y a la naturaleza egoísta del ser humano que opone el propio provecho al bienestar de los demás seres vivos. ....Después de leer la carta me pregunté qué pensaría (sentiría) el autor si observase que no sólo la salud humana "justifica" hoy esas torturas, sino la mera vanidad, el dictado de la estética que manda comprar productos de belleza constantemente (cosméticos testeados en animales). Si viera las condiciones industriales en que se crían a los animales (encerrados, con poco espacio y sobrealimentados para su faena)... ....Recorte pequeño puede llegar a ser abstenerse del maquillaje, de las cremas y demás, pues los animales están en el medio ambiente que intoxicamos. Además, nos los comemos. (Wagner era vegetariano, al igual que Schopenhauer). Sin embargo, considero que el testeo en seres vivos constituye una tortura directa, deliberada y sostenida en el tiempo. Los consumidores deberíamos comprar sólo productos que ofrezcan garantía de que no son probados en seres vivos.
Carta a Ernst von Weber [1]
Octubre de 1879
Apreciado Señor: ....Me cree Ud. capaz de poder ayudarle, con mi palabra, en la campaña tan enérgica que Ud. ha emprendido recientemente contra la vivisección...
[...]
...se está discutiendo aquí la cuestión más grave de la humanidad, de suerte que las convicciones más profundas no podrán adquirirse más que después de un examen verdaderamente serio de este "sentimiento" del que tanta burla se ha hecho. Intentaré de buen grado seguir este camino, en la medida que mis débiles facultades me lo permitan.
[...]
Lo que me ha frenado hasta el presente a entrar en una de estas asociaciones protectoras de animales que existen, es que todos los llamamientos y todas las instrucciones que les veía publicar se basaban casi exclusivamente en el principio utilitario. Y es que, sin duda, lo que en primer lugar importa a los filántropos que se han dedicado hasta el presente a la protección de los animales es probar al pueblo su utilidad para así obtener un mejor trato. Pues los resultados de nuestra civilización actual no nos permiten invocar otros motivos más que la búsqueda de un beneficio en las acciones humanas del ciudadano. En este preciso momento podemos comprobar hasta qué punto somos todavía extraños a un motivo exclusivamente noble de tratar bien a los animales, y qué poca cosa se ha podido obtener realmente de la práctica corriente: los representantes de la línea de conducta adoptada hasta el momento por las sociedades protectoras contra una de las barbaries más inhumanas seguida contra los animales, la que se ejerce en nuestras salas de vivisección autorizadas por el Estado, no sabrían emitir ni un solo argumento concluyente desde que se hace valer, para defenderla, la utilidad de esta barbarie. Quedamos casi totalmente limitados a discutir exclusivamente esta utilidad; y si se hubiese llegado a poder demostrarla con absoluta certidumbre, sería precisamente la sociedad protectora de animales quien, siguiendo su línea de conducta acostumbrada, habría favorecido la crueldad más indigna de la humanidad contra sus propios protegidos.
[...]
Quien quiera que se haya rebelado a la vista del martirio de un animal, no ha sido arrastrado a ello más que por un sentimiento de piedad; quienquiera que se une a otros para proteger a los animales, no lo hace más que movido por la piedad; piedad totalmente desinteresada e inaccesible a todo cálculo de utilidad o inutilidad. Pero el hecho de que, a la cabeza de todos nuestros llamamientos y avisos dirigidos al pueblo, no nos atrevamos a colocar esta piedad como el único móvil discutible que nos mueve, eso sí que demuestra la maldición de nuestra civilización y la confirmación de que las religiones de nuestras iglesias oficiales se han quedado sin Dios.
[...]
Ha sido necesaria en nuestro tiempo, la enseñanza de un filósofo [2] que combate de la forma más despiadada todo lo que hay de falso, para demostrar que la "piedad" fundada en la naturaleza más íntima de la voluntad humana, es la única base verdadera de toda moral. Se han burlado de él...
[...]
La piedad, considerada del punto de vista de la lógica, fue incluso tachada de egoísta por excelencia; se ha pretendido que la piedad no se vería motivada más que por la visión de un sufrimiento extraño que en realidad no causa dolor a nosotros mismos, pero no por el sufrimiento extraño en sí, el cual intentaríamos reprimir con el fin únicamente de suprimir su efecto doloroso sobre nosotros mismos. ¡Qué ingeniosos hemos llegado a ser con el fin de defendernos, hundidos en el fango del más cruel de los egoísmos, contra los remordimientos motivados por sentimientos comunes a todos los hombres!
[...]
Es cierto, desgraciadamente, que sería demasiado exigir del dogma estricto de la Iglesia, que únicamente considerase como base suya el primer libro de Moisés, que reclamase la piedad de Dios hasta para los animales creados para "beneficio" del hombre.
[...]
...encontraríamos sin embargo perspectivas tanto más estimulantes al examinar la ciencia médica, que arma a sus discípulos para una profesión consagrada únicamente a aliviar los sufrimientos humanos.
[...]
...y se han constituido vulgares servidores del martirio especulativo de los animales, al declarar que si se suprimiesen los ejercicios de disección que los estudiantes realizan sobre animales vivos, el doctor-médico no podría ya curar a sus enfermos en un futuro próximo.
[...]
Los informes que hemos recogido sobre lo que hay de justo y verdadero a este respecto son tan perfectamente edificantes que la cobardía de estos señores no conseguiría nunca entusiasmarnos por esta tortura que ellos recomiendan con filantropía, sino que, por el contrario, nos sentimos inclinados a no confiar más nuestra salud y nuestra existencia a un médico que toma de ello enseñanza, pues lo consideramos como un hombre incapaz de sentir piedad y que hace trampas en su oficio.
[...]
Desgraciadamente, la forma que acabamos de adoptar de considerar las cosas humanas, nos ha enseñado que la piedad estaba borrada de la legislación de nuestra sociedad; pues hemos visto a nuestras instituciones médicas, bajo el pretexto de ocuparse del hombre, llegar incluso a transformarse en escuelas de brutalidad -en nombre de la "ciencia"-; ésta, un día, se desviará naturalmente de los animales contra el hombre que carecerá ya de protección contra estas experiencias.
[...]
Guiados por esta irresistible sublevación que nos inspiran los terribles sufrimientos causados voluntariamente a los animales, ¿encontraremos el camino que conduce al único reino redentor que es la piedad experimentada por todo aquel que vive, como en un paraíso perdido y conscientemente reconquistado?
[...]
El Antiguo Testamento es hoy vencedor y el animal feroz se ha convertido en el animal "que calcula". Nuestro credo reza: El animal es útil, sobre todo cuando se nos somete fiándose de nuestra protección. Hagamos pues de él lo que nos parezca mejor en provecho de los hombres. Tenemos derecho a torturar a mil perros fieles durante largos días si de ese modo ayudamos a un hombre a gozar del bienestar "canibalesco" de "quinientos cerdos".
[...]
La sabiduría de los Brahmanes, la misma de todos los pueblos paganos civilizados, nosotros la hemos perdido: al desconocer su conducta con relación a los animales, tenemos ante nosotros un mundo convertido en "animal" en el peor sentido de la palabra, (un mundo convertido) en algo infernal. No existe ni una sola verdad que, incluso aunque seamos capaces de penetrar en ella, no seamos capaces de esconder con el pretexto de nuestro egoísmo y de nuestro interés personal: en eso consiste nuestra civilización.
[...]
En efecto, sabemos que -mientras el Estado y la Iglesia se devanan los sesos para decidir si deben ocuparse de nuestras reivindicaciones y si no hay que temer, por otra parte, la cólera de la "ciencia" ofendida- la violenta invasión de uno de estos laboratorios de vivisección, producida en Leipzig, así como el rápido aniquilamiento de los animales despedazados extendidos, conservados durante semanas de martirio y una buena tunda administrada al guardián que vigilaba estas horribles salas de tortura han sido considerados como atentado brutal contra el derecho a la propiedad y atribuidos a subversivas intrigas socialistas.
Richard Wagner
[1] En 1879, Ernst von Weber, compositor y fundador de la Asociación Internacional contra la Vivisección, publica Las cámaras de tortura de la ciencia basándose en una investigación inglesa llevada a cabo unos años antes.

[2] Se refiere al filósofo Arthur Schopenhauer.

Adjunto unas citas de Arthur Schopenhauer:

"El derecho del hombre a la vida y las fuerzas de los animales se basa en que, al aumentar el sufrimiento en proporción a la claridad de la conciencia, el dolor que sufre el animal con la muerte o con el trabajo no es aún tan grande como el que sufriría el hombre con la mera privación de la carne o las fuerzas del animal; de ahí que el hombre pueda llegar en la afirmación de su existencia hasta la negación de la existencia del animal y que la voluntad de vivir en su conjunto soporte así menos sufrimiento que si ocurriera a la inversa. Esto define al mismo tiempo el grado en que el hombre puede sin injusticia hacer uso de las fuerzas de los animales, grado que, sin embargo, se sobrepasa con frecuencia, en especial en el caso de los animales de carga y los perros de caza; contra eso se dirige en particular la actividad de las sociedades protectoras de animales. Tampoco se extiende ese derecho, a mi parecer, a las vivisecciones..."

*

"La conmiseración con los animales está íntimamente ligada con la bondad de carácter, de tal suerte que se puede afirmar seguro que quien es cruel con los animales, no puede ser buena persona. Una compasión por todos los seres vivos es la prueba más firme y segura de la conducta moral."

miércoles, 6 de julio de 2011

Fahrenheit 451, Ray Bradbury

Este es un libro que tenía pendiente, me lo recomendaron diferentes personas, en distintas ocasiones. Valió la pena y me resultó sorprendente, sobre todo porque, escrito en 1958, ha sido capaz de antelar ciertos avances tecnológicos (impensables para su tiempo) y, lo que es más inquietante, las consecuencias sociales y las características psicológicas que este ambiente traería aparejadas.
Los personajes que merodean en esta novela son incapaces de comunicarse, por exceso de comunicación. La superficialidad de los diálogos, el desinterés, la apatía y un severo déficit de memoria y de concentración azotan a la población. Sin embargo, esto es lo deseable, pues la finalidad última es la felicidad, y, para que ella exista, lo conveniente es arrasar con todo tipo de cuestionamientos que traerían la certeza del sufrimiento de los oprimidos o que, en última instancia, provocarían el fantasma de la duda. Nadie debe preocuparse por nada, ni por nadie. La epígrafe que antecede al libro dice:
Fahrenheit 451... temperatura a la que se enciende el papel... y arde.
Pues de eso se trata. En este mundo del futuro los libros están prohibidos, y los bomberos existen para quemarlos. El diseño de las nuevas casas las hace resistentes al fuego, por lo tanto, ya no se precisa de alguien que los apague, sino de alguien que los encienda para tranquilidad de la población.
-¿Es verdad que hace muchos años los bomberos apagaban el fuego en vez de encenderlo? -No, las casas siempre fueron incombustibles. -Qué raro, oí decir que hace muchos años las casas se quemaban a veces por accidente y llamaban a los bomberos para parar las llamas.
Pero la felicidad es apenas una ilusión, una fantasmagoría surgida de las vidas sedentarias, vacías y obnubiladas de la gente, existencias condicionadas por el olvido continuo, la dependencia tecnológica, la frialdad emocional, la insensibilidad y una incapacidad insalvable para formar vínculos verdaderos. Las relaciones sociales son reducidas a una especie de contacto virtual y los objetivos de las personas no van más allá de la obtención del placer inmediato. Hay que llenar con algo el hueco que deja una existencia carente de todo lo que pudiera ser trascendental: ése es el punto en donde cala la diversión. El entretenimiento es el opio. Los programas televisivos, la intimidad acechada por un montón de cámaras, el olvido y la frivolización de cualquier asunto son moneda corriente. La intromisión de la publicidad en todos lados y el consumo en su máximo grado son también caracteres recurrentes.
-La gente no habla de nada. -Oh, tiene que hablar de algo. -No, no, de nada. Citan automóviles, ropas, piscinas, y dicen ¡qué bien! Pero siempre repiten lo mismo, y nadie dice nada diferente, y la mayor parte del tiempo, en los cafés, hacen funcionar los gramófonos automáticos de chistes, y escuchan chistes viejos, o encienden la pared musical y las formas coloreadas se mueven para arriba y para abajo, pero son sólo figuras de color, abstractas. ¿Ha estado en los museos? Mi tío dice que antes era distinto. Hace mucho tiempo, los cuadros decían cosas, y hasta representaban gente.
Esta joven, de extraordinaria actitud pensante, que dice que la gente no habla de nada es Clarisse, una adolescente cuyo encuentro fortuito con el personaje principal, el bombero Montag, será determinante en la historia, ya que lo ayudará a despertar del letargo. Pronto Montag también lo notará:
¡Y los tíos, las tías, los primos, los sobrinos que vivían en ese muro, el farfullante hato de monos que no decían nada, nada, y a los gritos, a los gritos!
Hay una pequeña resistencia, claro, ex-catedráticos, intelectuales, etc. que se esconden de las autoridades en las afueras de la ciudad y que viven marginales. Algunos filósofos, profesores, se refugian en las oxidadas vías del tren, son gente que memoriza libros para conservarlos en la memoria y transmitirlos oralmente a otros recipientes, a otras personas que puedan oficiar de rescatistas. 
Pronto Montag se enfrenta a una denuncia y encuentra que la persona dueña de los libros no quiere abandonar su casa para que los bomberos hagan su trabajo. Este episodio, y la manera en que se desenlaza, termina de desestabilizar la ciega fe con la que ejerce su oficio. El jefe de bomberos se verá en la necesidad de explicarle, de contestar a sus peligrosas preguntas. Esto es parte de lo que le dice:
-Los clásicos reducidos a audiciones de radio de cinco minutos [...] Los diccionarios eran obras de consulta. [...] Ahora usted puede leer todos los clásicos. Lúzcase en sociedad. ¿Comprendes? Del jardín de infantes al colegio, y vuelta al jardín de infantes. Ése ha sido el desarrollo espiritual del hombre durante los últimos cinco siglos. Cámara rápida, Montag - continuó -. Rápida. Clic, pic, ya, sí, no, más, bien, mal, qué, quién, eh, uh, ah, pim, pam, pum. Resúmenes, resúmenes, resúmenes. [...] La vida es lo inmediato, sólo el trabajo importa. ¿Por qué aprender algo salvo apretar botones, dar vuelta llaves, ajustar tornillos y tuercas?
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-No comenzó con el gobierno. No hubo órdenes ni declaraciones, ni censura en un principio ¡no! La tecnología, la explotación en masa y la presión de las minorías provocó todo esto. [...] Un libro en manos de un vecino es un arma cargada.
Una buena parte de lo que el libro denuncia ya está pasando, y, a mi juicio, no pudo describirlo mejor el autor. Creo que peor que la censura efectiva, explícita y ordenada por el gobierno, es la que ejerce la sociedad mediante la indiferencia. Indiferencia. ¿Quién puede ser un buen consumidor y tener la consciencia limpia para consumir cada vez más si no está completamente alienado? ¿si no desconoce las implicancias de todo?