.

Sugerencia de la semana: Noche en el hotel, Slawomir Mrozek (microcuento)

lunes, 28 de marzo de 2011

Cuentos completos, parte 1, Flannery O'Connor

Los relatos de Flannery O'Connor tienen como escenario las tierras del sur de Estados Unidos, en especial Georgia, el estado donde nació. Georgia fue una de las localidades más afectadas económicamente por la Guerra Civil estadounidense. Los escenarios decadentes, las miserias humanas, el racismo y la pobreza aparecen enmarcados por la violencia y el encarnizamiento. 
Detrás del rencor y del envilecimiento general, en los personajes late una chispa de esperanza, a veces efímera y parpadeante, en algunos, me pareció, única e irrepetible.
Todos mis relatos tratan sobre la gracia en un personaje que no la desea, por eso la mayoría de la gente piensa que las historias son duras, sin esperanza, brutales.
Flannery O'Connor
Todos los personajes de Flannery O'Connor quieren ver, quitarse la venda de los ojos. Gustavo Martín Garzo
Influenciada por la literatura grotesca (se la cataloga dentro del llamado Gótico del sur), Flannery se propone despabilar al lector a sacudones. Sus personajes no son predecibles, porque en la construcción de ellos siempre faltan partes y porque no responden a estereotipos. No están hechos, se van haciendo. No se nos presentan al inicio con un curriculum de esmerada descripción, se nos abren a medida que actúan, hablan y piensan.
No se trata de una suma de seres patológicos, porque la patología no anuncia nada ni comporta conocimiento alguno. El mal es materia de elección, en tanto que la enfermedad no lo es. Y en estos relatos los personajes eligen, quieren ver más allá. Hay en ellos una especie de dignidad negra que los coloca más allá de la desgracia. Gustavo Martín Garzo
Los cuentos de O ' Connor no son complacientes, no se abandonan a resoluciones sospechables ni tienen piedad con el consumidor de finales felices. ....En este volumen se recogen todos sus relatos, aparecidos en revistas, libros, tesis. La mayoría de su narrativa permaneció inédita hasta después de su muerte. Por mi parte, su producción literaria constituyó un descubrimiento personal. La recomiendo.
El geranio: Este cuento reúne varios condimentos, por un lado se pinta la opresión que siente un hombre de campo, de edad avanzada, al ir a vivir a un departamento de ciudad junto a su hija. Por otro lado, está el choque generacional que eso supone. La idiosincrasia del viejo, racista, pero no más racista que cualquier miembro de la sociedad de su época, choca con la realidad circundante: un negro que no trabaja como sirviente en el departamento de al lado. Un negro que vive allí. Esta y otras eventualidades descubre el protagonista.
En lo estructural Flannery O Connor articula aquí una estrategia peculiar que se repetirá en otros relatos: hace una retrospección hacia el pasado, generalmente un hecho que el personaje recuerda a partir de un disparador del presente y luego, este mismo hecho, se encadena inesperadamente con el presente por su repetición, esta vez en un contexto e interacción distintos. En este cuento, el viejo Dudley rememora una época en que salía a cazar asistido por su fiel negro de compañía, resbala a un pozo y es ayudado por el criado a levantarse de allí. Mientras se va levantando nos damos cuenta de que está siendo asistido por el vecino del departamento, porque al viejo le cuesta subir las escaleras del edificio. Es una técnica muy usada en el cine, una especie de puente por medio del cual volver al presente.
Los nuevos valores igualitarios no han sido bien recibidos por esta parte de la población. Hay en el temple del viejo una mezcla de añoranza por ese sirviente negro de su juventud que le hace volcar la atención en esta otra persona del mismo color de piel, pero a la vez, una indignación rencorosa, un miedo a ser igualado, que se expresa en comentarios despectivos y esclavistas. 
El geranio es el primer relato de la tesis de posgrado en la carrera de Master de Creación Literaria de la Unversidad de Iowa.
El barbero: Este me ha gustado en particular. La condición moral humana queda bien plasmada en este relato, lo endeble de la ética, la desesperación del que ve, atónito, cómo la ignorancia lo sume todo en la injusticia. Aquí hay un negro que, si votara (porque a los negros no se los dejaba votar en cierta época), lo haría precisamente por el candidato racista y no por el inclusionista. Una paradoja, la única manera de que pueda votar es si viene el cambio de manos de las nuevas políticas de igualdad y abolición de la esclavitud. No es un cuento complaciente. Pero no es el negro el principal protagonista de la historia, sino el cliente que ha ido a la barbería donde éste se desempeña como empleado de limpieza. El barbero le pregunta al cliente por quién va a votar.
-¿Por quién vas a votar? -Por Darmon -¿Qué? ¿Aficionado a los negros? Rayber se revolvió en su sillón. No había esperado un planteamiento tan brutal. -No-dijo. De no haberlo pillado desprevenido le habría contestado: "No soy aficionado ni a los negros ni a los blancos".
.La obsesión por rebatir este cuestionamiento lo lleva a escribir con vehemencia un discurso para defender al partido político inclusionista ante la opinión desacreditadora del barbero.
Flannery O'Connor Estados Unidos (25 de marzo de 1925 – 3 de agosto de 1964)
El lince: Aquí hace breves incursiones en el pasado del personaje, recuerdos que evolucionan a medida que evoluciona el presente y se encuentran en un punto. Es la misma técnica del cuento primero. Se trata de un ciego que en su niñez presenció junto a su familia el acecho de un felino. 
La cosecha: Con aires de fantástico, narrado en tercera persona, presenta a una escritora que irrumpe dentro de su propia narración o que, caso contrario, es su narración la que irrumpe en su vida cotidiana. Esta circunstancia pone en ascuas la noción de realidad y está exquisitamente contada. Al inicio hay una transición del hecho narrado hacia la realidad, que se hace mediante el mismo ardid antes mencionado: una acción continuada desde una plano (en este caso ficticio en vez de pasado) hacia otro (real). Aunque al final no se sabe bien cuál es cuál.
El pavo: Los jóvenes que temen ser buenos, que siguen los modelos de la masculinidad y tratan de ser malos son personajes recurrentes en los cuentos de la autora. En este caso se trata de un niño que vislumbra un pavo en las cercanías y quiere asombrar a sus padres, trayéndoselos. Se larga a la carrera atrás del animal. Las volteretas, el cansancio, la frustración y las peripecias que lo hacen desistir e insistir alternadamente, tienen que ver con el discurrir de su pensamiento. ¿En qué piensa? En Dios. Lo acusa e insulta o lo aprecia y elogia según las venturas o desventuras de su cacería.
-Me cago en Dios-dijo en voz alta. Notó que la cara se le encendía y que de repente el pecho le golpeaba con fuerza-. Me cago en Dios santo-dijo con voz apenas audible. Miró por encima del hombro y no vio a nadie.
*
-Padre nuestro que estás en los cielos, mira pa atrás y chúpate un hielo-dijo riéndose como un tonto. Vaya, si su madre llegaba a oírlo, le rompía la crisma. Me cago en Dios, le partía la crisma como que hay Dios. El ataque de risa fue tan grande que tuvo que darse vuelta.
El tren: Se nos pinta la personalidad de Haze, un jovencito, y su viaje a su pueblo natal, allá donde vivió hace mucho tiempo. Los pasajeros del tren lo incomodan. Hay una inseguridad, una dificultad de comunicación que sale de relieve en sus devaneos y silencios, en su dubitación, en lo que sabemos que piensa y en lo que no es capaz de hacer. Quizás a la propia crisis de la adolescencia se le sume una más abarcadora y universal, un reacomodamiento social luego del impacto que produce la prohibición de la esclavitud, hay todo un paradigma social que colapsa. El racismo aparece mezclado con el recuerdo nostálgico. Al protagonista, el camarero negro se le antoja el hijo extraviado de un viejo sirviente familiar y no deja de acecharlo. Esta secuencia de búsqueda-añoranza seguida de recusación-repulsión es una constante. Se quiere al negro, pero desde un punto de vista servil y utilitario, se va en su búsqueda, como un amo tras su perro adorado. Pero cuando la realidad devuelve una imagen distinta de la del fiel criado, siempre relegado y subordinado, se reacciona con dolor y miedo. Hay una especie de paranoia, de impotencia y de indignación, pues la emancipación de los negros se vive como un descenso de categoría por parte de los blancos.
-Cash está muerto. Un puerco le pegó el cólera. El camarero se quedó con la boca abierta y observando a Haze con desdén, masculló: -Soy de Chicago, mi padre era empleado del ferrocarril. Haze se lo quedó mirando y se echó a reír: un negro empelado del ferrocarril; y rió otra vez y el camarero apartó la escalera [de la litera] con un movimiento del brazo tan brusco que Haze tuvo que agarrarse de la manta.
El pelapatatas: El humor y lo dramático se entrelazan. En medio del discurso de un vendedor de pelapatatas, un ciego con una joven se ponen a repartir volantes distrayendo y repeliendo a la clientela. Haze Motes, que no es el mismo Haze del cuento anterior, se afana en perseguir a los misioneros. A la vez, alguien más lo persigue a él: un chico que se dice solo en la ciudad y sin amigos, un joven confianzudo y hablador. Hay en esta historia una reticencia a ser tomado por creyente. El adolescente acosa a los misioneros, incomprensiblemente, y gasta demasiada energía en negar su fe como para ser tomado en serio.
El ciego no le hizo caso, siguió repartiendo folletos. Le dio uno a Enoch Emery, se acercó a Haze golpeándole en ángulo con el bastón blanco en la pierna. -¿Qué diablos te crees qu'estás haciendo?-gritó el vendedor de pelapatatas-. A esta gente la reuní yo, ¿quién te crees qu'eres pa venir a meterte aquí?
Ir a la parte 2.

jueves, 24 de marzo de 2011

Nueve cuentos, Jerome David Salinger

El libro se publicó en 1948 por vez primera. Ex combatiente de la Segunda Guerra Mundial, su autor, deja ver la desazón de post guerra, el choque de los combatientes con ese otro mundo familiar que se dejaba entrever en las cartas de los parientes y que se vuelve irreal en la lejanía y poco comprensivo y frívolo luego del cese bélico. El mundo civil hace un contraste doloroso con el mundo de la guerra y con las secuelas que ésta deja. En Un día perfecto para el pez plátano se ilustra tanto la angustia del veterano como el recelo de la gente hacia él. En Para Esmé, con amor y sordidez, el relator protagonista es un soldado. En El tío Wiggily en Connecticut una de las chicas sufre frustración y depresión por la pérdida de su novio en el frente.
La mayoría de los relatos tiene una marcada presencia infantil. Los niños juegan diversos papeles, pero casi siempre se muestran maduros y hablan con una habilidad lingüística propia de un adulto, en algunos casos con una diplomacia arrolladora. Son inteligentes, audaces e instruidos. En el caso de Para Esmé con amor y sordidez (a excepción del hermano de la niña) así como también en Teddy, son precoces, verdaderos niños prodigios. El niño de En el bote es comprometedor, oye lo que no debe y sabe inferir lo que no oyó. 
En los cuentos de este libro hay una sutil tensión que pone en duda de manera tácita las reglas morales. En Para Esmé, con amor y sordidez flota una pasión jamás asumida explícitamente entre el soldado que debe regresar a la lucha y esta niña de trece años que se le acerca a conversarle como si fuera una adulta y lo hace prometerle que mantendrá correspondencia con ella.
En Justo antes de la guerra con los esquimales los protagonistas son adolescentes. Es un relato en el que se acusa el esnobismo de cierta clase social, así como su ignorancia y frivolidad. El lenguaje de los adolescentes es verosímil, así como lo que piensan, sienten, desean y la manera particular en que ven el mundo. Diría que el miedo al fracaso, y el fracaso mismo, se entrelazan con las exigencias sociales y los perturban. 
Linda boquita y verdes mis ojos es el que más me gustó. Al finalizarlo uno se queda con una paradoja que, en realidad, no sabe a cuál de los posibles yerros interpretativos adjudicarle. El nombre de la chica que acompaña al anciano del teléfono nunca se indica, quizás no sea la misma de la que habla el interlocutor. O quizás, entonces, la otra chica no sea la aludida. ¿Pero cómo es posible? El final tiene múltiples explicaciones, tantas como las que le halle el lector.
Es una narrativa que no termina de decirlo todo, deja vacíos que el lector debe llenar asumiendo el control del drama. Es un escritor que evita las redundancias, sí en cambio hace uso frecuente y profuso de los diálogos. Las descripciones no hacen a la trama, sino al personaje; pueden parecer superfluas si uno no atiende a la función retratista que las convoca. 
Muchos de sus cuentos no tienen un final contundente, es como si lo dicho hasta allí fuera lo verdaderamente importante y como si el cuento se pudiera seguir escribiendo luego del punto final. En general, queda expresado en situaciones cotidianas contadas con naturalidad y verosimilitud un inconformismo, por momentos triste y pesimista, y una empatía con los niños que se evidencia, sobre todo, en El hombre que ríe. En Teddy se vuelcan todo tipo de críticas a la sociedad y al sistema educacional. También puede reflejar un ideal, se sabe que el autor era simpatizante de doctrinas budistas que difundían el acto de desaprender las conductas adquiridas y los conceptos establecidos para dar cabida a las posibilidades que quedan vedadas por los mástiles de la razón y de la lógica. Se cuestiona la realidad tal cual la conocemos, se muestra hasta qué punto estamos condicionados por patrones incuestionables y cómo nos dominan los prejuicios.

—¿Se acuerda de la manzana que Adán comió en el jardín del Edén, como se cuenta en la Biblia?—preguntó—¿Sabe lo que había en esa manzana? Lógica. La lógica y además cosas intelectuales. Eso es lo único que tenía adentro. Así que (esto es lo que quiero señalar) lo que tiene que hacer es vomitar todo eso si quiere ver las cosas como realmente son.

El problema es dijo Teddy que la mayoría de la gente no quiere ver las cosas tal como son. Ni siquiera dejar de nacer y morir a cada rato. Quieren tener constantemente cuerpos nuevos, en vez de detenerse y permanecer en Dios, donde se está bien de veras [...] Nunca vi una banda semejante de comedores de manzanas.

El último cuento El período azul de Daumier-Smith es una divertida sucesión de anécdotas de un joven de diecinueve años que regresa a Norteamérica luego de haber vivido los últimos nueve años en Francia. El regreso le resulta turbador, así como la muerte de su madre. Dispuesto a escurrirse de la vida que lleva, hacinado en una pequeña habitación con su padrastro, envía ostentosas cartas (descaradamente mentirosas) a Montreal con el fin de obtener un puesto como profesor de arte. Todo lo que ocurre a partir de ello es contado con frescura y gracia, tanto las mentiras de este joven-adulto, su inseguridad y su carácter enamoradizo que va a sacar a relucir nada menos que con una monja, como la correspondencia llena de pasión y desbordes emocionales justo cuando debe ser profesional (ha ocupado un cargo de profesor de enseñanza artística a distancia).
No tenía una idea muy clara de cómo debía ser mi protesta. Pienso que lo que temía era llegar junto a su escritorio sólo para comunicarle, gritando: "Mi madre ha muerto, y yo tengo que vivir con su encantador marido, y nadie habla francés en Nueva York, y en la habitación de su hijo no hay sillas. ¿Cómo espera que le enseñe a dibujar a estos chiflados?"
Siempre nos damos cuenta demasiado tarde, pero la diferencia más notable que existe entre la felicidad y la alegría es que la felicidad es un sólido y la alegría es un líquido.

El libro más conocido de Salinger es El guardián entre el centeno, también llamado El cazador oculto. Tras su muerte, ocurrida en enero del año pasado, se ha analizado la posibilidad de llevar esta obra suya al cine. El autor siempre rechazó las propuestas de Hollywood y manifestó su disgusto ante la idea de que se lleven sus obras a la pantalla.

jueves, 17 de marzo de 2011

Diario de la guerra del cerdo, Adolfo Bioy Casares



Una deuda con Bioy, aunque en realidad es una deuda conmigo misma, ya que a este tipo de escritores le sobran lectores; en cambio a mí me falta mucho por leer.
Sorprendida gratamente por esta obra. Es una novela de argumento trágico, contado sin embargo con visos de humor. Con mucha trama dialogal, expone una pluralidad de voces. Los criterios y formas de pensar de los viejos, principales protagonistas (aunque en realidad verdaderos escapistas, a expensas de los acontecimientos) son variados y encontrados. ....El tema principal que da basamento a la novela: el gerontocidio masivo. Sin ser explícito al comienzo, empiezan a aparecer los primeros síntomas de una segregación paulatina y creciente, unánime.
Como todo lo demás, afloja con el desgaste y uno ya no aguanta [...] En resumen, una mala combinación, impaciencia y reflejos lentos. No es milagro que no nos quieran. 
Con una gracia narrativa muy particular, Bioy mete al lector dentro de la novela y también dentro del personaje central: Isidoro Vidal. Mechados en las conversaciones aparecen pensamientos de Isidoro que a veces se ejecutan con el tenor de una sentencia o de una máxima y que nos muestran la personalidad del personaje, sus miedos, sus convicciones, pero sobre todo, sus reveladoras reflexiones. 
Escrita en tercera persona, con una tensión que se mantiene desde el comienzo hasta el fin, y con mucha fluidez discursiva, el relator nos va descubriendo las verdaderas raíces del encarnizamiento de los jóvenes que instigan esta guerra:
.—¿Qué leías?
—En Ultima Hora, el recuadro sobre La guerra al cerdo. 
—¿La guerra al cerdo? —repitió Vidal. 
—Yo pregunto —dijo Arévalo— ¿por qué al cerdo? 
—Ese al me parece incorrecto —opinó Rey.
—No, hombre —protestó Arévalo—. Pregunto por qué ponen cerdo. Este pueblo no es consecuente en nada, ni siquiera en el uso de las palabras. Siempre dijimos chancho.
—Basta el capricho de un periodista y todo el país hablará de la guerra al cerdo —señaló Rey. 
La discusión hace oscilar la palabra cerdo atribuyéndola a los atacantes o a los atacados según se emplee al o del. Está claro que el título termina resolviendo este enigma. O si buscamos en las conversaciones: 
.—Esta es la juventud, que debía pensar por sí misma —adujo Arévalo—. Piensa y actúa como una manada. 
—Te equivocas —declaró Rey—. Como una piara. Una piara de cerdos. 
Lo cierto es que la vergüenza de los hijos al mostrarse en público con sus padres o abuelos, o la vergüenza del propio viejo ante las miradas que le enrostran su vejez es una constante que nos expone hasta qué punto las mentiras sociales logran convencer a los marginados de que su marginalidad es merecida y justa. El discriminado termina internalizando el discurso hegemónico, esto es, termina creyéndose lo que le imputan. En esta tesitura, la única manera de sortear la auto-discriminación es mediante la negación, como un negro racista que se creyera blanco, un cholo que renegara de su parte indígena, un homosexual reprimido y homofóbico o una mujer misógina que se apartase de sus congéneres, a don Isidoro le da por pensar que él no pertenece a la franja etaria afectada o que debe evitar su contacto:
Pensó que si tuviera ánimo pasaría por lo de Jimi, para preguntar si el amigo había regresado, pero pudo más el impulso de llegar cuanto antes a casa de Nélida, como si junto a ella estuviera a salvo, no de la amenaza de los jóvenes, que ahora casi no lo asustaba, sino del contagio, probable por una aparente afinidad con el medio, de la insidiosa, de la pavorosa vejez.
La saña y algo mucho peor, la indiferencia, llegan al colmo: a la absoluta cosificación de los ancianos. —Qué lo van a pisotear, si estaba en lo alto de la tribuna... ¿Sabe cómo fue? El partido no empezaba, la gente se aburría, alguien propuso: ¿Tiramos un viejo? El segundo viejo que tiraron fue el señor Néstor. La historia nos previene que muchas aberraciones del pasado no respondieron a una impulsividad mal contenida del temperamento humano, sino a la sistematicidad, a la organización alevosa y premeditada. —Lo triste es que no hay nada más detrás del movimiento. Absolutamente nada. La desolación.
.—Ah no, señor. En ese punto se equivoca —dijo el muchacho. 
—¿Usted cree? —preguntó Vidal y, acaso buscando ayuda, miró hacia donde estaba Arévalo. 
—Me consta. Hay estudiosos. Detrás de todo esto hay mucho médico, mucho sociólogo, mucho planificado. En la más estricta reserva le digo: hay también gente de iglesia. 
Pero mientras más empecinada sea la vejación, mientras más se solvente el exterminio, más calcados quedan los sentimientos ocultos de inferioridad de los perpetradores o el pánico a la caída en aquello que le es imposible sortear o postergar:
—En esta guerra los chicos matan por odio contra el viejo que van a ser. Un odio bastante asustado... 
De alguna manera, la exposición de un tipo de discriminación ilustra todas las posibles clases. Fue una obra que me hizo recordar por su contenido a Ensayo sobre la ceguera, claro que esta segunda incluía menos diálogos y que la diferencia estilística y contextual las separa bastante.
—Para mantener las apariencias, el gobierno ya no tolera el menor desmán en lugares públicos. 
—¿Qué les ha dado a estos? Todos hablan de hechos aislados —preguntó Arévalo. Jimi explicó:
—Escucharon anoche el comunicado del ministerio. Decía que la situación estaba perfectamente controlada, salvo hechos aislados
Una reflexión interesante: El búho es el símbolo de la filosofía. Inteligente, pero repulsivo.
El desprecio por la vejez resalta por oposición una desmedida cotización de la juventud. En esta obra la entronización de lo joven, lo nuevo, lo presente y lo versátil se opone vehementemente a lo viejo, lo antiguo, lo pasado y lo estable. Considero a esta inquietante novela de una vigencia increíble. Es como un signo de alerta.

sábado, 12 de marzo de 2011

Vibrador, Mari Akasaka

Escrita en primera persona, narra los sucesos desde un yo múltiple y perturbador. La relatora protagonista convierte la trama en una madeja de hechos, diálogos y pensamientos que no siempre están bien delimitados. Se trata de una periodista de treinta y un años cuya identidad se ve borrosa y alterada. Sufre de insomnio y recurre al vómito desde que, en una entrevista, una bulímica le comentó los efectos sedativos que éste poseía. Usa el alcohol para enmudecer las voces que oye dentro de su cabeza, que siempre opinan distinto. 
Si bien las escenas de sexo son explícitas, no creo que por contener dos de ellas se deba caratular al libro como literatura erótica. Hay dosis altas de erotismo, pero no es un libro que se aplique de lleno a ello. Al parecer, pertenece al género japonés denominado shi shosetsu (novela del yo), una clase de narrativa que admite tanto partes autobiográficas como ficticias. El título no remite a lo que parece remitir. En los tiempos que corren todos llevamos algo que vibra en el bolsillo. ....La publicidad y yo no hacemos otra cosa que actuar conforme los principios del mercado, sin duda, y a mí me parece que los principios fundamentales de la sociedad contemporánea son los del mercado [...] Lo que quiero decir es que estamos completamente rodeados por este tipo de estímulos, están por todas partes, pueden volver neurótico a cualquiera [...] Y desde luego, mientras continuemos viviendo en una sociedad moderna nos veremos obligados a intentar ignorarlos. Lo que significa que estemos constantemente engañando a nuestro sistema nervioso, intentando resguardarlo de las sensaciones. ¿No será entonces que cuando comienzan a sonar las verdaderas alarmas no somos ya capaces de oírlas, por más que la situación sea realmente peligrosa? ¿No les ocurre de vez en cuando, acaso, que en un estado de este tipo una pequeña tontería, algo inesperado, provoca en ustedes una exagerada reacción defensiva? 
Básicamente se trata de eso. La imagen. No solo la imagen física de la persona sino la imagen pública, el perfil. La relatora trabaja en una revista y ve editar continuamente las biografías de los personajes allí retratados. En este proceso de edición se fragmenta y se eligen los mejores pedazos, desechando el resto. La autora acusa una sociedad obsesionada con su apariencia física y social. Un mundo de ilusiones.

Les dije a mis padres que mi maestro me había golpeado sin motivo alguno. Yo esperaba que el asunto terminara en manos del consejo de educación [...] pero en vez de eso mi madre se limitó a decir que seguramente yo había hecho algo malo. ....-¿Qué necesidad tienes de hacerme pasar vergüenza? ....A los padres no les interesaba proteger el cuerpo viviente de sus hijos, sino otra cosa [...] locos, todos ellos, todos, todos, todos, cada uno de ellos, totalmente locos.
Yo quería despellejarlos y mostrar lo que esconden. ¿Y qué si son mayoría, a quién le importa? Ésa no es ninguna puta prueba de que estén en lo cierto. 
Por lo que pude averiguar en otros momentos, cuando me enteré del fenómeno llamado hikikomori, la sociedad japonesa tiende a ser poco comunicativa, a ocultar los problemas psíquicos, aunque esto signifique un empeoramiento. ....Mari Akasaka da cuenta de cómo un incidente traumatizante, si no se trata, puede ampliar las cosas al punto de condicionar estados mucho más graves en la adultez.
.-Quiero ir-dije-a un psiquiatra. Y en un solo instante el aura cálida y amable que colgaba del aire alrededor de mi madre se desvaneció.
Lo que vibra en esta novela es la propia personalidad de la protagonista, ya que oscila constantemente, va de un pensamiento a otro con toda facilidad. Sus pensamientos le hablan en segunda persona, la juzgan y le marcan directrices. A veces muchas voces se expresan simultáneamente señalándole distintos caminos. Debajo de todas ellas hay un susurro débil que casi nunca se deja oír, pues se necesita aplacar el ruido de las demás. 
...quería emplear el alcohol como el solvente orgánico que realmente es, utilizarlo para disolver el sentimiento siempre presente de estar fuera de lugar, de no encajar con todo aquello que está fuera de mi piel.

Mari Akasaka nació en Suginami, Tokio, y estudió Politica en el Departamento de Leyes de la Universidad Keio. En 1999 su novela Vibrador fue nominada para el Premio Akutagawa. Fue nominada por segunda vez para dicho premio en el 2000 por su novela, Musa, y ganó el Premio Norma por la misma novela. Vibrador fue adaptada al cine en 2003 con las actuaciones de Shinobu Terajima y Nao Omori. Información de contratapa: 
Mari Akasaka es fiel exponente de una nueva generación de escritores japoneses que disecciona como pocas el aislamiento y la angustia de una sociedad paralizada por el autismo, el derroche y el conformismo. Aquí el trailer del film. Ojalá lo halle con subtítulos en español.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Pájaros en la boca, Samanta Schweblin

Página web de la autora: http://www.samantaschweblin.com.ar/
Después de obtener el premio del Fondo Nacional de las Artes y el premio nacional Haroldo Conti por su libro El núcleo del disturbio fue galardonada en 2008 con el de Casa de las Américas por Pájaros en la boca.
Es una colección de cuentos que se resisten a ser catalogados dentro del género fantástico, pues juegan a estar de un lado y del otro, burlando el concepto de la realidad y de lo sucedible. Son situaciones inverosímiles contadas con verosimilitud. Ésta está tan bien lograda que al cabo muchos de sus cuentos terminan siendo posibles, aunque sean rematadamente extraños. La economía del lenguaje hace que la prosa fluya sin detenerse ni trabarse. ....La apertura interpretativa es amplia. Uno sabe que se está diciendo algo más, que se están manejando implicancias, que probablemente se esté escondiendo algo más hondo en esas elipsis, en esas pausas llenas de silencio, en esas circunstancias insólitas o en esa narración que evita mencionar causas o intensiones.
Sus cuentos han sido traducidos al inglés, al francés, al alemán, al sueco y al serbio.
Irman: Es la historia de dos amigos que llegan a un restaurante, pero son mal atendidos por un mozo muy petizo, cuya esposa yace muerta en el piso de la cocina. Lo absurdo de los diálogos y lo olímpicamente estúpido del personaje que atiende el local son los centros focales de la narración.
Mariposas: Este cuento me remitió a los coleccionistas de bichos disecados, me trajo aquella impresión encontrada del que aprisiona y mata mariposas porque le parecen hermosas. Es un relato corto, contar cualquier detalle más de él implica quitarle sorpresa.
Conservas: En éste hallamos a una mujer con un embarazo evolucionado y sabemos que algo pasa, pues la mujer ya se ha cansado de consultar médicos cuando acude a una última cita y consigue el tratamiento que espera. Lo novedoso es la naturaleza misma del plan y lo que se persigue con él. 
Tiene mucho de esta técnica cortazariana de mostrar una pieza del rompecabezas y ocultar dos bajo la manga.
El cavador: -¿Va a cavar, don?-me miró. Instintivamente oculté la pala. Él parecía no reconocer en mí al hombre que yo había sido para él hasta un momento antes. -¿Va a cavar?-insistió. -Lo ayudo. Usted cava un rato y yo sigo cuando se cansa. -El pozo es suyo-dijo-, usted no puede cavar.
Papá Noel duerme en casa: Una historia, por momentos un poco cómica, de una crisis familiar vista desde la óptica de un niño. Lo interesante del relato es que el lector descubre cosas dentro del discurso del relator-niño-protagonista que éste mismo ignora. En su inocencia, trata de transmitirnos lo que está pasando, pero lo que está pasando es algo distinto de lo que él mismo cree.
Pájaros en la boca: ¿Qué pasa cuando la hija de un matrimonio separado comienza a devorar pájaros? Es una perfecta alegoría del estilo causa-consecuencia. Uno empieza a preguntarse qué significan los pajaritos y por qué los padres se echan la culpa entre sí. Es de múltiples interpretaciones y está escrito con mirada crítica e impersonal.
Última vuelta: Un relato sobre un hecho metafísico que termina revelando la verdadera identidad del narrador, el verdadero momento de la narración, llegando al final. Es breve y de rápida lectura.
El hombre sirena: Éste acusa un poco la frivolidad, la manera despreocupada de andar por la vida que tenemos los seres humanos, pensando que nada merece suficiente atención y que nada es lo suficientemente único. O quizás yo he ido demasiado lejos con la interpretación y es sólo una postal urbana con un hecho gracioso e irrepetible. Como el título indica, hay un hombre sirena en el cuento. La furia de las pestes: Es una narración con mucho texto tácito, con mucho que inferir a partir de los silencios y de las reacciones o e inacciones de los personajes

Samanta Schweblin (Buenos Aires – 1978) Egresada de la carrera de Imagen y Sonido de la UBA

La medida de las cosas: Se juega con la ambigüedad del lenguaje. Evidentemente pasa una de estas cosas: o se trata de un adulto con gravísimos problemas de madurez y un infantilismo patológico, o se trata de un niño que desarrolla, por momentos, actividades propias de los mayores. Me inclino a pensar lo primero, pero no hay ningún indicador que resuelva esta ambivalencia.
Mi hermano Walter: Creo ver una alusión solapada al optimismo y al materialismo. A esa manera egoísta de ser generosos o comedidos. Es fácil ser positivo con los problemas ajenos. ....Mi hermano Walter está deprimido [...] Una decena de personas lo llama por día para ver cómo está. [...] Y la gente habla como si mi hermano se alimentara de estupideces. Tía Claris, que siempre le busca el lado esotérico a las cosas más simples, dice que cuanto más deprimido está Walter más feliz se siente la gente que está alrededor.
Bajo tierra: Es un historia dentro de otra historia. Algo sobre un hueco insondable en la tierra y la desaparición de un grupo de niños. 
Cabezas contra el asfalto: Es el que más me ha gustado. Tiene una cadencia y un ritmo sostenido, constantes, una tensión bien administrada. De a poquito, con cada párrafo se va desenvolviendo la trama y, a la vez, la interpretación de la misma. La última página es el estacazo necesario para comprender todos los matices y las connotaciones, eso que está implícito, el acto individual reprensible que se alimenta del apoyo o el permiso del resto de la humanidad para evolucionar. Quizás solo sea la manifestación subjetiva de un individuo que extrae de la sociedad la violencia y la devuelve transformada en arte, un arte pernicioso y retroalimentario. Me recordó su otro cuento La pesada valija de Benavídez. 
La gente dice que soy un racista, un hombre descomunalmente malo, pero mis cuadros se venden por millones. 
Perdiendo velocidad: Este está un poco inasible, la verdad. No sé bien qué interpretar de esta pérdida de velocidad que deviene en la parada absoluta. Se pueden interpretar varias cosas, y es arriegado echar una. 
En la estepa: Una mujer ha intentado de todo para quedar embarazada y se ha sometido a muchos tratamientos, hasta que se entera que el matrimonio vecino, con idéntico problema, logró el objetivo. Está contado con el misterio del que habla sin tener en cuenta que el que oye (lee) no lo conoce, no se toma la molestia de aclararle de qué le está hablando, cuáles fueron las situaciones previas y todas aquellas cosas que son convencionales pero que quitan misterio y espontaneidad a la narración. 

En el video siguiente la autora habla de esta actitud escrituraria consistente en lo no dicho, en la no palabra. Es decir, en procurar no decir lo suficiente, dar lugar a la inferencia.

Samanta Schweblin. "Pájaros en la boca" from Canal-L televisión on Vimeo.

En la página web de la autora pueden encontrar algunos de sus cuentos publicados en El núcleo del disturbio y en Pájaros en la boca.

Samanta Schweblin. "Pájaros en la boca" from Canal-L televisión on Vimeo.

jueves, 3 de marzo de 2011

El Minotauro sale a fumar un cigarrillo, Steven Sherrill

Es la primera obra del escritor, editada por vez primera en 2002. Se trata de una novela sencilla, de lectura literal y de trama casi lineal (al comienzo retrocede para explicar el arribo del Minotauro a la urbanización Lucky-U donde vive, un barrio de remolques). 
La imagen que presenta del Minotauro es humanizada. Su perfil, aunque parezca imposible debido a la cabeza de toro inmensa que sobresale de su cuerpo, es bajo. De personalidad dubitativa, de temple taciturno, es uno más entre los seres humanos. Se emplea en un restaurante y, salvo algunos incidentes con sus cuernos, no tiene más que reprochársele. Los que quedan mal en esta historia son los humanos, más que el propio y mitológico aludido.
El relator nos presenta a un trabajador ordinario, a excepción de la poca habilidad social y de su lenguaje casi nulo (se limita a diferentes inflexiones en su típico muuu y alguna que otra palabra suelta).
En sus fueros internos el Minotauro es un voyeur. Su humanidad mengua y aflora en unos ciclos que no puede controlar ni predecir. Presa de una timidez implacable y de una inseguridad casi patológica se ve bamboleado por los acontecimientos. Con frecuencia aparecen en el relato adolescentes descarados y crueles que se burlan aprovechándose de su falta de autoridad. 
El Minotauro es un experimentado cocinero y, además, un excelente mecánico. Pero detrás de ese mutismo y esa aparente indiferencia hay un ser pensante y, por momentos, bastante crítico:
El Minotauro detesta que la gente eche sus colillas en el hielo que queda en los vasos. 
Tiene algunos conflictos morales fugaces cuando lo cambian de la cocina al mostrador donde debe asar carne. Carne bovina.
La naturaleza caníbal de su nuevo trabajo le resulta innegable. Y otros tantos les sobrevienen al contemplar en su vieja TV en blanco y negro la masacre de un toro por parte de un torero: 
Cuando el puntillero acude con la corta daga de hoja triangular, cuando la clava en la base del cráneo del toro, cortando la médula espinal, el cuerpo del animal se sacude entre espasmos y sus patas pedalean en el aire. Y el Minotauro se hinca de rodillas. Ser un hombre significa ser capaz de eso. Objeto de reiteradas bromas y jugarretas, el pobre Minotauro a veces se enoja. Adora los niños, pero huye de la idiotez de los jóvenes.
En realidad él comprende la mentalidad borreguil de los adolescentes [...] Hace mucho tiempo que el Minotauro se dio cuenta de que las provocaciones como ésa tienen menos que ver con él que con la necesidad de despreciar a los demás en público, y que el mejor recurso es ignorarlas. 
Víctima de los malos entendidos, cuya falta de habla no es capaz de subsanar, termina metiéndose en problemas por enamorarse de una colega y acometer una acción en un momento inoportuno y de una forma incorrecta.
Acurrucado en el suelo, junto a la ventana, en una casa rodante en forma de barco en el sudeste de los Estados Unidos, el Minotauro no es un ser malvado, ya no. Capaz en su momento de horrores cataclísmicos es ahora, y únicamente cuando se lo provoca al límite, un ser que sólo inspira terror en los niños. [...] es un exiliado, poco más que un inválido, un desecho del proceso de la civilización. Tiene más miedo de sus propios cuernos y de los que estos puedan llegar a causar que de cualquier otra cosa. A fin de sofrenarlos, ha aplacado su temperamento, tanto, que su carácter resulta amistoso e inocuo. Es un hombre solícito, ayuda sin que se lo pidan y es desinteresado. Un buen tipo, se diría.
El idilio está relatado de una manera terrenal, con poco romanticismo, apenas a cuenta gotas. Las personalidades de los colegas y de los vecinos del Minotauro han sido muy bien definidas, sus reacciones son siempre coherentes con el tipo de perfil psicológico. Este libro fue recomendado por Hombre de Neanderthal