Este es un libro que tenía pendiente, me lo recomendaron diferentes personas, en distintas ocasiones. Valió la pena y me resultó sorprendente, sobre todo porque, escrito en 1958, ha sido capaz de antelar ciertos avances tecnológicos (impensables para su tiempo) y, lo que es más inquietante, las consecuencias sociales y las características psicológicas que este ambiente traería aparejadas.
Los personajes que merodean en esta novela son incapaces de comunicarse, por exceso de comunicación. La superficialidad de los diálogos, el desinterés, la apatía y un severo déficit de memoria y de concentración azotan a la población. Sin embargo, esto es lo deseable, pues la finalidad última es la felicidad, y, para que ella exista, lo conveniente es arrasar con todo tipo de cuestionamientos que traerían la certeza del sufrimiento de los oprimidos o que, en última instancia, provocarían el fantasma de la duda. Nadie debe preocuparse por nada, ni por nadie.
La epígrafe que antecede al libro dice:
Fahrenheit 451... temperatura a la que se enciende el papel... y arde.
Pues de eso se trata. En este mundo del futuro los libros están prohibidos, y los bomberos existen para quemarlos. El diseño de las nuevas casas las hace resistentes al fuego, por lo tanto, ya no se precisa de alguien que los apague, sino de alguien que los encienda para tranquilidad de la población.
Pero la felicidad es apenas una ilusión, una fantasmagoría surgida de las vidas sedentarias, vacías y obnubiladas de la gente, existencias condicionadas por el olvido continuo, la dependencia tecnológica, la frialdad emocional, la insensibilidad y una incapacidad insalvable para formar vínculos verdaderos. Las relaciones sociales son reducidas a una especie de contacto virtual y los objetivos de las personas no van más allá de la obtención del placer inmediato. Hay que llenar con algo el hueco que deja una existencia carente de todo lo que pudiera ser trascendental: ése es el punto en donde cala la diversión. El entretenimiento es el opio. Los programas televisivos, la intimidad acechada por un montón de cámaras, el olvido y la frivolización de cualquier asunto son moneda corriente. La intromisión de la publicidad en todos lados y el consumo en su máximo grado son también caracteres recurrentes.-¿Es verdad que hace muchos años los bomberos apagaban el fuego en vez de encenderlo? -No, las casas siempre fueron incombustibles. -Qué raro, oí decir que hace muchos años las casas se quemaban a veces por accidente y llamaban a los bomberos para parar las llamas.
Esta joven, de extraordinaria actitud pensante, que dice que la gente no habla de nada es Clarisse, una adolescente cuyo encuentro fortuito con el personaje principal, el bombero Montag, será determinante en la historia, ya que lo ayudará a despertar del letargo. Pronto Montag también lo notará:-La gente no habla de nada. -Oh, tiene que hablar de algo. -No, no, de nada. Citan automóviles, ropas, piscinas, y dicen ¡qué bien! Pero siempre repiten lo mismo, y nadie dice nada diferente, y la mayor parte del tiempo, en los cafés, hacen funcionar los gramófonos automáticos de chistes, y escuchan chistes viejos, o encienden la pared musical y las formas coloreadas se mueven para arriba y para abajo, pero son sólo figuras de color, abstractas. ¿Ha estado en los museos? Mi tío dice que antes era distinto. Hace mucho tiempo, los cuadros decían cosas, y hasta representaban gente.
Hay una pequeña resistencia, claro, ex-catedráticos, intelectuales, etc. que se esconden de las autoridades en las afueras de la ciudad y que viven marginales. Algunos filósofos, profesores, se refugian en las oxidadas vías del tren, son gente que memoriza libros para conservarlos en la memoria y transmitirlos oralmente a otros recipientes, a otras personas que puedan oficiar de rescatistas.¡Y los tíos, las tías, los primos, los sobrinos que vivían en ese muro, el farfullante hato de monos que no decían nada, nada, y a los gritos, a los gritos!
Pronto Montag se enfrenta a una denuncia y encuentra que la persona dueña de los libros no quiere abandonar su casa para que los bomberos hagan su trabajo. Este episodio, y la manera en que se desenlaza, termina de desestabilizar la ciega fe con la que ejerce su oficio. El jefe de bomberos se verá en la necesidad de explicarle, de contestar a sus peligrosas preguntas. Esto es parte de lo que le dice:
Una buena parte de lo que el libro denuncia ya está pasando, y, a mi juicio, no pudo describirlo mejor el autor. Creo que peor que la censura efectiva, explícita y ordenada por el gobierno, es la que ejerce la sociedad mediante la indiferencia. Indiferencia. ¿Quién puede ser un buen consumidor y tener la consciencia limpia para consumir cada vez más si no está completamente alienado? ¿si no desconoce las implicancias de todo?-Los clásicos reducidos a audiciones de radio de cinco minutos [...] Los diccionarios eran obras de consulta. [...] Ahora usted puede leer todos los clásicos. Lúzcase en sociedad. ¿Comprendes? Del jardín de infantes al colegio, y vuelta al jardín de infantes. Ése ha sido el desarrollo espiritual del hombre durante los últimos cinco siglos. Cámara rápida, Montag - continuó -. Rápida. Clic, pic, ya, sí, no, más, bien, mal, qué, quién, eh, uh, ah, pim, pam, pum. Resúmenes, resúmenes, resúmenes. [...] La vida es lo inmediato, sólo el trabajo importa. ¿Por qué aprender algo salvo apretar botones, dar vuelta llaves, ajustar tornillos y tuercas?*-No comenzó con el gobierno. No hubo órdenes ni declaraciones, ni censura en un principio ¡no! La tecnología, la explotación en masa y la presión de las minorías provocó todo esto. [...] Un libro en manos de un vecino es un arma cargada.
7 comentarios:
Este libro me encantará después de tu magnífico análisis, Noelia.
Estoy contigo, la peor censura es la que ejerce la sociedad mediante la indiferencia. Y otra cosa, la denuncia que se intuye en este libro no es que ya esté pasando, yo pienso que ha pasado siempre en épocas pretéritas y actuales, naturalmente.
Gracias, Noelia.
Un abrazo.
Marisa, la censura social, a mi juicio, es peor que la impuesta desde arriba, porque no se la reconoce como tal.
Y sí, lamentablemente en el pasado se ha dado muchísimas veces. Lo que le reconozco de nuevo a Bradbury es su capacidad de anticipar los estragos sociales y psicológicos que vendrían aparajados con la tecnologización del futuro. Él toma las coordenadas del presente y las proyecta, y le atina.
Gracias por pasarte, un beso.
ME pasó algo muy raro con éste libro. Me lo recomendó alguien que habitualmente no lee. Y la verdad es que me sorprendió mucho porque a pesar de ser lector asiduo de ciencia ficción, aún no había llegado a ese libro de ese autor.
Y la verdad es que me fascinó, casi que podría decir que mucho más que Crónicas Marcianas y todo lo que leí después de Bradbury.
Saludos
J.
José, a mi me encantaron los tres que leí de él. Así seguiré leyendo a Bradbury.
Un abrazo
Muy interesante. Acabo de poner un diálogo en mi blog ya que me hiciste notar este libro.
lo leí hace muchos años, mas de veinte...
pero recuerdo la imagen de alguien caminando por las calles vacias y viendo solo el resplandor de las ventanas.
salú!
y buena vida...
f
Mi queridísima Noelia, leí este libro hace mucho tiempo pero tengo en la memoria la grata frescura de su recuerdo. Fahrenheit 451, predispuso en mis escasos quince años un impulso hacia el género. Concebir un mundo florecido en avanzada tecnología pero con una sociedad conformista y aquietada, es una de las más deslumbrantes visiones de Bradbury. Hay varias antesalas a la novela: “El peatón” (Las doradas manzanas del sol), “Usher II” (Crónicas marcianas) que agregan pequeños atisbos sobre el tema.
A mi parecer, Bradbury es un escritor que valiéndose de la ciencia ficción y la fantasía devela la triste condición del hombre, con sus esperanzas y sus fobias. Buena reseña, en cuanto forma y contenido.
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