.

Sugerencia de la semana: Noche en el hotel, Slawomir Mrozek (microcuento)

miércoles, 5 de mayo de 2021

Sapiens. De animales a dioses, Yuval Noah Harari

Este magnífico ensayo versa sobre la capacidad del Homo sapiens de evolucionar, no solo mediante estímulo directo del hábitat o medio ambiente que le rodea, sino a causa de una necesidad también primaria que es de orden social.

¿Qué es lo que ha hecho que el Homo sapiens pueda enfrentar y superar especies animales con mayor fuerza y peso?

Ante este interrogante, Yuval Noah Harari nos propone una respuesta: la colaboración de los individuos. En simios esta colaboración parece darse también, pero siempre en grupos pequeños de individuos relacionados íntimamente entre ellos. ¿Qué hay de especial en el Sapiens? Eso mismo, la capacidad de generar una ficción que permite la colaboración masiva de la especie.

¿A qué llama ficción el autor? Ahí aparece un aspecto algo controvertible. Él llama ficción al producto de nuestra capacidad de abstracción, al resultado de toda nuestra capacidad representativa, todo aquello que nos permite crecer y, a la vez, nos pone limitaciones: nuestra cultura, nuestras leyes, nuestras creencias, nuestra economía, nuestra política, en suma, todo aquello que logra diferenciarnos del resto de los animales pero que, a la vez, no es innato, sino adquirido.

El libro me ha resultado ameno, muy didáctico, cargado de información histórica que es presentada dentro del eje de la narración que nos ocupa: la evolución del Sapien desde que parte en su éxodo del África Oriental hasta nuestros días. No es un libro que aburra, no es una enumeración de hechos y contextos que se presenten a modo de inventario. Es un libro que interpela y presenta las hipótesis reconociendo abiertamente que no se sabe a ciencia cierta la respuestas certeras a muchos interrogantes sobre la humanidad y que, más bien, se tienen diferentes posiciones sobre los mismos. Es tarea del lector escoger la que más probable le parezca. 

Así se indagan las posibles causas de los cambios, las distintas tesis propuestas por los investigadores sobre, por ejemplo, la revolución cognitiva o la revolución agrícola. ¿Qué fue lo que hizo que Sapiens comenzara a crear ficciones? ¿Qué fue lo que lo llevó a cambiar su nomadismo y su milenario hábito de caza y recolección por el arraigo a un suelo y un trabajo más exigente de agricultura?

Lo demás quizás obtenga más quorum: cuestiones como el advenimiento del dinero, (al comienzo con valor intrínseco, luego sin valor intrínseco), la era industrial, la capacidad de inversión.

El autor, finalmente, se pregunta por la felicidad. La prosperidad de la especie no trae felicidad a nivel individual, puesto que el hecho de que una especie se extienda no genera cambios en su situación individual. En esto, invoca el ejemplo del ganado. Por mucho, vacas, pollos y cerdos, son animales que nos superan en número y tienen asegurada su continuidad sobre el planeta, pero ese hecho no los hace llevar una vida feliz. Justamente, muy por el contrario, un animal de criadero probablemente sea, por mucho, de los más infelices. 

¿Cabe pensar que nuestros antepasados, con menos comodidades, con hambrunas, sin las medicinas que hoy consideramos esenciales, con una vida más corta y castigada hayan sido más felices que nosotros? ¿Qué es entonces la felicidad? 

Ahí es donde aparece el aleteo sutil de Viktor Frankl en la tentativa de respuesta

domingo, 25 de abril de 2021

La vanidad en la generosidad, Pardo Bazán/Colanzi

          Emilia Pardo Bazán   (1851 - 1921)


«De uno de los tapiales Rojo oyó como si brotase un hervor de palabras confusas; tenían, en su turbia articulación algo de blasfemia y algo también de queja y lamento amarguísimo. Sintió un impulso compasivo, mezclado a esa sugestión de la vanidad que nos dice, en presencia del infortunio que podemos aliviar: "Aquí eres necesario; aquí sirves; aquí vales".»                                                                                                        La piedra angular, 1891


Liliana Colanzi  (1981 - )       

"Q’encha. El chico era q’encha, eso debió haberlo notado desde el momento en que vino su madre a dejárselo. Debía tener trece, catorce años a lo sumo. Era un caso curioso, incluso insólito: para haberse criado en el campo no sabía ni acarrear el tacho de la leche. Sus piernas parecían hechas de mantequilla, posiblemente un síntoma de desnutrición. Y no se daba bien con los animales: el caballo relinchó y lo tiró al piso al primer intento de montarlo. Debió haberlo devuelto a su madre ese mismo día.

Pero una vez más se había dejado arrastrar por el deseo de mostrarse generoso, magnánimo, delante de esos pobres diablos"

                                                                                                                  Meteorito, 2016

lunes, 11 de marzo de 2019

Las cosas que perdimos en el fuego, Mariana Enriquez

He concluido de leer este libro de relatos que me han recomendado.
Se agradece, me ha encantado. Yo buscaba algo similar a Samanta Schweblin. He de decir, tienen grandes diferencias. 

Mariana Enriquez utiliza mucho más expresiones coloquiales, hace alusión a hechos nacionales y echa mano de supersticiones, leyendas y mitos argentinos, con mucha más frecuencia de lo que pueda aparecer en un texto de Schweblin. El punto en común que encontré: ambas autoras llegan al terror por medio de la naturalización se situaciones extrañas; sus personajes se mueven con comodidad en ambientes y condiciones poco comunes, provocando, en el espectador que relata, cierta pavura. Diría que, si Schweblin convoca el vértigo y a la participación del lector por medio de la economía del lenguaje y el silencio en donde se debiera explicar algo... creo que Enriquez obtiene el mismo efecto, pero aturdiéndote.



Copio un fragmento de una reseña de Pablo Brescia que me ha parecido acertadísima:



"Si aceptamos que los escritores que frecuentan el terror le tienen miedo a algo y que en su escritura buscan enfrentarse a él —una clave de lectura que uniría ficción y vida— cabe la pregunta: ¿A qué le tiene miedo Enríquez? Respuesta posible: a la desaparición del cuerpo, núcleo condensador de las preocupaciones formales y temáticas de este libro y, quizá, de la obra narrativa en marcha de esta escritora.



La matriz de la desaparición, en tanto ideología significadora, nutre o aparece en casi todos los relatos. ¿Qué son la muerte o los asesinatos sino cuerpos desaparecidos? La madre y el niño que desaparecen en “El chico sucio”; los hombres que vienen a buscar a los “desaparecidos”, reencarnados en Florencia y Rocío, en “La hostería”; la chica-fantasma de “Los años intoxicados” y el exterminio final del novio punk; Adela, que abre la puerta y entra para siempre a “La casa de Adela”; la espeluznante desaparición sin rastros de Juan Martín en “Tela de araña” (el relato más sutil y por eso uno de los mejores del volumen); la aparición del enano y la ausencia de Marcela de la escuela en “Fin de curso”; el símbolo de la calavera como rastro de un cuerpo en “Nada de carne sobre nosotras”; el gato devorado por el niño, un aparecido, en “El patio del vecino”; el Riachuelo que oculta un ejército de zombies en el jugueteo con el policial de “Bajo el agua negra”; la paulatina desaparición física —hacia la virtualidad— del protagonista en “Verde, rojo, anaranjado”.

Pero la matriz de la desaparición no solamente funciona desde los núcleos temáticos del libro, sino que también se articula casi como un principio compositivo. Es decir, estos cuentos, bien logrados, con atmósferas opresivas, personajes inquietantes y situaciones límite, no terminan de cerrar, como si le hicieran caso a la definición de Borges del hecho estético como la inminencia de una revelación que no se produce.

El giro de Enríquez, su distanciamiento del canon, está en que no trabaja suprimiendo zonas del relato, sino más bien superpoblando las historias de detalles que, de cualquier modo, no alcanzan a explicar mucho. Por eso, el cuerpo de la escritura, en su sentido de cierre, también desaparece de algún modo. Como ejemplo, “Pablito clavó un clavito: una evocación del Petiso Orejudo”, único cuento relatado desde la perspectiva masculina, termina con la imagen de su protagonista —que, ¡oh casualidad! es narrador— “con un clavo entre los dedos” y la tensión no se resuelve ni disuelve; y el relato que cierra y da título al libro —que debería leerse en contrapunto a “Mujeres desesperadas” de Schweblin— propone la autoinmolación femenina como una especie de antídoto ante la violencia de género y en su estructura de fábula moral perpetúa la acción principal, el convertirse en “una verdadera flor de fuego”, hacia un “mundo ideal de hombres y monstruas”.

jueves, 8 de agosto de 2013

Pánico, diez minutos con la muerte




Este breve libro recopila anécdotas, experiencias personales y testimonios de personas que han sufrido ataques de pánico o que padecen del denominado trastorno de pánico. Se detalla con mucha precisión la diferencia entre ambos padecimientos. Hay una interesante introducción mitológica,  y se trata al pánico desde su raíz etimológica . Se rastrean conceptualizaciones a lo largo de la historia de la humanidad. No es algo nuevo, como puede intuirse en la cita introductoria: 


"Un hombre puede matar lo que hay en su interior: el amor, el odio, sus creencias, incluso sus dudas. Pero mientras se aferre a la vida, no podrá destruir el miedo"

 Joseph Conrad

Pero sí es algo "rentable", que las industrias intentan aprovechar en su afán de vendernos medicamentos.

"creer que es un invento de la industria farmacéutica resulta inexacto. Lo que ésta hace es, en realidad, mucho más grave: por un lado, se aprovecha de los cuadros de ansiedad a través de psiquiatras y médicos que reparten recetas de ansiolíticos y antidepresivos como si fueran aspirinas. Por otro, si para vender un producto necesita que ciertos protocolos médicos, categorías diagnósticas, o las pautas de " lo normal" sean modificados, presionará para hacerlo, y de hecho, lo hace"

PÁNICO, Ana Prieto




Tanto el trastorno de pánico como los ataques aislados están en estrecha relación con lo que la persona vivencia en el momento en que estos aparecen. Necesitan tratamiento terapéutico. Son normales en ciertas circunstancias de la vida; más frecuentes, al parecer, en determinado tipo de personalidades y en crisis caracterizadas por cambios abruptos o pérdidas. El abordaje que sugiere la autora es, en principio, un tratamiento serio del asunto, fuera de los escepticismos y prejuicios relacionados al respecto, y atacar la raíz del problema: la causa, que, en cada persona, puede ser distinta. 


Sugiero acompañar la lectura de este libro con la de algunos artículos de actualidad, como El normópata y Francia desmonta el negocio en torno de los llamados niños hiperactivos

Tengamos cuidado al conceptualizar la "normalidad". Algo que dije en un relato que escribí hace muy poco fue "hay que tener cuidado al delimitar la normalidad, porque la normalidad tiene márgenes, y todo lo que tiene margen, margina"

sábado, 27 de agosto de 2011

Cuentos completos, parte 3, Flannery O'Connor



En las partes anteriores me mantenía expectante y dubitativa acerca de si había realmente una intención crítica hacia el cristianismo (lo dudaba por el marcado catolicismo que distingue a la escritora), pero, ya en estas instancias, puedo declarar que sí la hay. Flannery hace uso deliberado de cierta ambigüedad con el fin estético de congregar una pluralidad de significados, incluso encontrados. Recordemos un buen cuento no puede ser reducido, sólo expandido, dice la autora. Sin embargo, creo que existe generalmente un dedo que se eleva por encima de todas las lucecitas que representan los diversos criterios y hace especial énfasis en un foco preciso, casi siempre por medio de la confrontación, el impacto, el golpe de sable, un sonoro te pillé.
.En relatos como El templo del Espíritu Santo da un baquetazo innegable a las formas en que los dogmas inoculan en la gente una única manera de relacionarse: ¿o habría que decir a la manera en que la gente entiende las creencias y las practica? Increíble que en este cuento aparezca un hermafrodita (no usa jamás esta denominación) que da función en una feria mostrando su ambivalencia sexual y se defiende del horror de la gente declamando: Dios m'hizo d'esta manera, y, si os reís, puede que Dios os castigue de la misma forma. [...] Dios m'hizo deste modo y no se lo discuto.
Presumo (y creo que el final lo confirma) que señala las formas simplistas de entender lo religioso, el maniqueísmo y la tendencia autocomplaciente de interpretar los preceptos cristianos: un vicio justificatorio en el que no hay nada de verdadera piedad y sí mucho de prejuicio e hipocresía.
En La persona desplazada convergen los tipos de segregación habituales en la Georgia de la época de la autora: la persona desplazada no es aquí ya un negro, sino un extranjero que migró desde Polonia, con lentes redondos, al que se le depara tanta admiración por su abnegada manera de trabajar como reticencia por sus tradiciones y costumbres. Nunca se dice que él y su familia son judíos, pero la serie de conversaciones que mantiene la granjera con sus negros y sus demás empleados lo dejan traslucir: -No están donde deberían estar-dijo-. Tendrían qu'estar allí donde todo sigue siendo como antes. Entiéndase, "como antes" a--->; antes de Cristo (judíos) y a antes de las reformas religiosas donde nace el protestantismo imperante en Norteamérica. Hay quejas por lo bajo y la actitud persistente de pensar que en Norteamérica se está más avanzado, que no hay personas desplazadas. Sin embargo, no será difícil notar que esto no tiene ningún asidero.

Un círculo en el fuego: La dueña de una estancia rural se ve atormentada por un grupo de adolescentes varones que llegan de improviso a su granja y que, como sólo ven mujeres, no tienen apuro en irse ni empacho en tomar todo lo que se les antoje. La misoginia de los muchachos se topa con el férreo carácter de la jefa. Las fechorías a despecho, un ambiente hostil y la obstinación del grupo que no tiene apuro en retirarse, hacen tambalear la seguridad de la granja. Un círculo en el fuego, no de fuego, sino en él, un espacio esférico descubierto (vaya a saber a qué parábola bíblica pueda estar remitiéndose esta figura) es lo que centellea a lo lejos, en el final irritante de este cuento. Irritantísimo, sí, pero no pudo ser mejor contado.

El negro artificial: Es sencillamente magistral. Aquí se llega a una conclusión respecto del desprecio racial: el racismo es lo que nuclea a los discriminadores, lo que les permite sobrellevar sus diferencias. Hay un viejo que lleva a su nieto adolescente a conocer la ciudad. Dentro del tren, el joven ve a un negro, pero como este constituye el primer contacto que tiene con los de color, no lo reconoce como tal, sólo sabe de los negros por referencia. De allí que no le cause inicialmente ningún disgusto y que su abuelo se sienta avergonzado. Esta escena viene a negar la idea del odio racial como cosa natural o innata, pues se representa la iniciación en ello por medio de la enseñanza. El trayecto a la ciudad, el miedo a la metrópolis, una traición y el pase de una inocencia ignorante a una conciencia discriminatoria (una moral discriminatoria) dan con el encuentro de un negro artificial. Artificial no sólo porque se trata de un artificio de cerámica, sino, además, porque no existe. El negro no existe (la negrura, ese concepto que aúna cualidades disvaliosas como la vagancia, la brutalidad, la rapiña o la deficiencia intelectual, no existe, es un mero artificio). Así lo entendí yo. Aplauso para Flannery, la tensión de este cuento hace que uno no lo pueda soltar sino hasta llegar a la última página.

La buena gente del campo: Título irónico, mordaz. Hay una vieja rapaz que está a la caza de minucias, es la mano derecha de la dueña y es muy entrometida. Tema recurrente: una mujer que administra sola un campo y los riesgos a los que el entorno la predispone. Mujeres solas, una de ellas es una adolescente recibida de filosofía, atea, que tiene una pierna postiza, y que conoce a un ocasional vendedor de Biblias que se gana la confianza de la madre. Entre la joven y el ambulante nace un subrepticio, efímero amor que culmina en un patético desengaño. El simplismo con que esta gente de campo confía en otra sólo porque es de su religión o, lo que es peor, por la afirmación de la creencia en Dios, es extremadamente riesgosa y roza en la imbecilidad.

Más pobre que un muerto, imposible: El odio entre los integrantes de una familia se abisma por la brecha que supone que algunos vivan en el campo y otros en la ciudad. Hay un menosprecio palpable en la manera en que el viejo de este relato habla de su pariente de la ciudad. Urbanidad y ruralismo parecen inscribir a la gente en campos adversos. Este viejo de campo está preocupado por su tumba, muy preocupado, de modo que se construye un cajón y le advierte al nieto cómo y dónde tiene que enterrarlo. Claro que las cosas no siempre salen bien...

Greenleaf: Patrona de campo con dos hijos, pero sin marido, reniega con los encargados que tiene a su mando. El señor Greanleaf, que se hospeda dentro de su territorio con su familia, es un hombre parsimonioso, vago, negligente, y no le hace caso. De repente aparece un toro suelto, ajeno, y la mujer va a pedirle a Greanleaf que lo saque del perímetro, porque puede inseminar a las vacas, pero el hombre necesita que sea un muchacho el que se lo mande, y no una señora, de modo que el toro quedará suelto por mucho tiempo más y la señora reñirá y se desgañitará pero Greanleaf no moverá un dedo. Luego, sucede una tragedia.


Volvió a la cama pensando que si los chicos Greanleaf habían salido adelante era gracias a que ella había dado empleo a su padre cuando nadie más lo hubiera hecho. Hacía quince años que tenía al señor Greanleaf, pero ningún otro lo habría tenido más de quince minutos. El simple modo en que se acercaba a un objeto bastaba para indicar a cualquiera que tuviera ojos en la cara qué clase de trabajador era.


Una vista del bosque: Este es bastante brutal. Aparece el denominador común de muchos cuentos: el odio entre los parientes políticos. En esta familia el abuelo tiene especial afecto por Mary Fortune, una niña cuyo carácter analítico, frío y materialista se parece mucho al de él. El viejo detesta a su yerno y éste se aplica en molestarlo castigando a la niña sin causa alguna.

"El hecho de que Mary Fortune también fuera una Pitts era algo que él no tenía en cuenta, con la delicadeza de un caballero, como si se tratara de una desgracia de la que la niña no era responsable."  
El escalofrío interminable: Un joven que ha fracasado en la ciudad regresa a casa con la madre. Está enfermo. Pero no se sabe si es su enfermedad lo que lo hizo fracasar o si es el fracaso lo que lo hizo enfermar o si el fracaso es la enfermedad misma. ¿Acaso una cobardía, un miedo al fracaso? Es un joven soberbio, que desprecia el entorno al que regresa.


Cuando la gente se cree inteligente-incluso cuando lo es-, nada de lo que otro diga puede hacer que vean las cosas como son, y en el caso de Asbury el problema era que, además de ser inteligente, tenía un temperamento artístico.



*


Estudios (en español)
Estas son tesis doctorales que sólo están al alcance del lector que visita las bibliotecas de las universidades que las alojan:

Flannery O'Connor y el misterio del mal, de María Isabel Montero y Gamíndez
Universidad Complutense de Madrid

La aportación de Flannery O'Connor al cuento americano, de Manuel Broncano
Universidad de León

Mundos breves, mundos infinitos, de Manuel Broncano (este sí se editó, en una tirada corta, y no llegó a Argentina)
Universidad de León

Si alguien tuviera digitalizado cualquiera de estos textos agradecería que me lo hiciera llegar, o si se editaran, que me lo hiciera saber.

....Si supiera de un estudio nuevo, en español, que saliera a la venta, agradecería la información.

Disponible en librerías argentinas actualmente:

Flannery O'Connor,
de Brad Gooch (recientemente traducido del inglés Flannery, a life of Flannery O'Connor) .

*

Ir a la parte 1
Ir a la parte 2


jueves, 25 de agosto de 2011

Flannery niña en Pathé News

Cuando Flannery tenía cinco años, alguien (se cree que fue una vecina) llamó a un camarógrafo del noticioso Pathé para que filmara las proezas que hacía la gallina que la niña había amaestrado. Se suponía que el animal podía caminar hacia atrás cuando se lo ordenaban. Al parecer, el ave no andaba con ganas esa tarde y el camarógrafo agotó su paciencia filmando los intentos frustrados de Flannery de hacerse entender. Luego, en el informativo, pasaron la breve captura del periodista aplicándole la técnica del retroceso, de modo que, no ya la gallina, sino todos los animales de la granja desfilaron en reversa.

Mary Flannery O'Connor a los dos o tres años 
De la colección de sus fotos del Colegio de Georgia y la Librería Universitaria Estatal de Milledgeville 

Dice Brad Gooch en la biografía de Flannery:
Gallina anda hacia atrás se exhibió como una sucesión de viñetas de un minuto veintisiete segundos en marzo de 1932, una semana antes de su séptimo cumpleaños. Era la clase de argumento encantador de las alegres parodias que atraían al público del período de la Depresión y que se proyectaban en rollos de siete u ocho minutos junto con las noticias de actualidad y deportes antes del largometraje.
Dice Flannery en Misterio y Maneras:
.Cuando tenía cinco años me pasó algo que me marcaría de por vida. El Noticiario Pathé envió a un reportero de Nueva York a Savannah para filmar a uno de mis pollos. Era de la raza conchinchina enana, de color beis, y tenía la peculiaridad de que andaba hacia adelante y hacia atrás. Su fama se había extendido por toda la prensa, y supongo que después de haber llegado a oídos del Noticiario Pathé ya no le quedaba ningún otro sitio al que ir, ni marcha adelante, ni marcha atrás. [...] ....Si incluyo esta anécdota al comienzo de un artículo sobre pavos reales, es porque siempre me andan preguntando por qué los crío, y no tengo ninguna respuesta concisa ni razonable que dar. ....Desde aquel día de la visita del camara de Pathé empecé a juntar pollos. Lo que había sido hasta entonces un tibio interés se convirtió en pasión, en una búsqueda. Tenía que tener cada vez más pollos.


Esta es parte de la cinta:
"Unique chickens goes in reverse" o "Do you reverse?" de Pathe News Reel Series 

 
...


.La afición a los pollos no la abandonaría y la llevaría a criar distintos especímenes en su estancia Andalusía luego de su retiro por el diagnóstico de Lupus. Los pavos reales terminaron siendo sus preferidos.

miércoles, 10 de agosto de 2011

País de nieve, Yasunari Kawabata

País de nieve es la traducción de Yukiguni, el título original de la novela escrita entre 1935 y 1948. Este lugar está situado en la costa oeste de Japón, en la isla de Honshu; se halla coronado por montañas y es considerado el sitio de la Tierra donde más nieve cae. Cuando sabemos esto, ciertos pasajes de la novela dejan de parecer exagerados:
-¿Tanta nieve cae? -En el pueblo vecino, los niños salen por las ventanas del piso superior de la escuela. Los más arriesgados se sumergen como si estuvieran nadando y cavan túneles.
Por las condiciones topográficas y climáticas el poblado se encuentra relativamente aislado del resto del país, motivo por el cual las costumbres, tradiciones y particularidades culturales se acentúan creando contraste con las otras y causando fascinación a los turistas que vienen de Tokio a pasar unas vacaciones en las termas y a gozar del servicio de las geishas. ....Shimamura es uno de estos turistas, un empresario que quiere escapar de la rutina familiar y viaja a las termas en las temporadas más frías. Allí conoce a una aprendiz de geisha llamada Komako, con la cual comienza una relación ocasional que luego se perpetúa. Ella se enamora de él, pero él no logra corresponderle con la misma pasión e intensidad. La frialdad de Shimamura no es deliberada ni tiene maldad, es simplemente la carencia de sentimientos, hay en él cierta curiosidad y una propensión a la admiración más que cualquier otra emoción. Su fortuna proviene de una herencia, por ende es el tipo de persona que desconoce el valor real de las cosas, el esfuerzo que cuesta obtenerlas.
El hilo de la seda vegetal era tan fino como una hebra de cabello, sabía Shimamura, y era extremadamente difícil trabajarlo, salvo en las condiciones climáticas de la montaña. Los textos más antiguos sugerían que la frescura del Chijimi provenía del espíritu de la nieve y que fuera tan adecuado para los kimonos de verano era una muestra de las leyes que regían el equilibrio entre los opuestos. [...] Las tejedoras, fue comprendiendo, vivían en penumbras antagónicas al brillo y la frescura del Chijimi que hilaban incansablemente. En aquel libro antiguo Shimamura había leído que aquella práctica era antieconómica, si se comparaban el esfuerzo que demandaba cada pieza y el precio que se obtenía por ella. [...] El oficio se transmitía en cada familia de generación en generación, y sus oficiantes vivían diligentemente y morían en silencio para que los hombres como Shimamura pudieran sentir esa frescura contra la piel durante los meses de verano.
El paisaje se entromete en el argumento continuamente y se diría que forma parte de él, ya que determina en buena medida las acciones de las personas y el curso de lo que se cuenta. Las estaciones, con sus diferencias, motivan variados festejos y atraen a distintos espectadores. Sin duda Komako es lo más vivo de la escena. Tal vez Yoko, la mujer que se hospeda en la misma casa que ella, sea la antítesis de Komako, por su parquedad, su silencio, cierta estabilidad que contrasta con la vacilación juvenil de Komako. Este personaje atrae la atención de Shimamura desde el comienzo, cuando la casualidad hace que viaje en el mismo tren que ella. ....Pero el asombro, la admiración, el encantamiento que le provocan al visitante todas las criaturas de la nieve, no van más allá de la contemplación extasiada de un esteta. No hay compromiso, ni entendimiento real, ni amor en ello, sólo la atenta mirada de un flaneur (lo prefiero al término voyeur, por la connotación exclusivamente sexual que se le atribuye actualmente a este último).
Yasunari Kawabata (1899-1972) Premio Nobel 1968
Pertenece a la escuela Neosensacionista (Shin Kankaku Ha) que se caracteriza por lo intricado y la complicación del estilo ornamental. De un análisis de otra de sus obras, La luna en el agua, he extraido los siguientes fragmentos que sirven para contextualizar e ilustrar el movimiento al que pertenecía el autor y sus características distintivas:
La escuela neo-sensacionista reaccionaba, por motivos diferentes, contra dos tendencias fundamentales que se habían manifestado hasta entonces en la literatura japonesa: la literatura proletariada y la novela autobiográfica. La rivalidad con la literatura proletariada, en la que participaban realistas de izquierda, fue preponderantemente ideológica, ya que estos nuevos escritores pertenecían a una derecha que consideraba a la literatura no como una herramienta para transformar la realidad según lineamientos políticos sino como una actividad cuya finalidad se encuentra en sí misma: el arte por el arte.
*
Por otro lado, en Japón, el naturalismo nacido en Francia desembocó en la novela autobiográfica, haciendo prevalecer en el ambiente literario la tendencia a registrar en forma de crónica espiritual los estados anímicos o el verdadero aspecto de la vida humana basándose en la experiencia real del escritor. A este respecto, el grupo Shin Kankaku Ha niega la vigencia de la propia vida del artista en la realización de la obra y pone el énfasis en su "subjetividad", en sus "sensaciones" ante una realidad dada que las despierta.
*
No se puede negar que todas las obras de Kawabata encierran elementos fácilmente reconocibles como típicamente japoneses; la noción de lo efímero de las cosas del mundo, la transitoriedad que las embellece, el amor por las manifestaciones de la naturaleza, la facilidad con que sus personajes se enfrentan a la muerte, la melancolía.
El lenguaje del autor remite:
...sensualidad, belleza, soledad, tristeza y omnipresencia de la naturaleza en todos los detalles, por pequeños que sean, de la vida del hombre.

sábado, 30 de julio de 2011

----------Los contrarios se tocan----------


Agustín de Hipona

(354 d.C - 430 d.C)


Para conocerse [a sí mismo el ser humano] necesita estar muy avezado en separarse de la vida de los sentidos y replegarse en si y vivir en contacto consigo mismo. [...] Así, el espíritu, replegado en sí mismo, comprende la hermosura del universo, el cual tomó su nombre de la unidad. Por tanto, no es dable que vean aquella hermosura las almas desparramadas en lo externo, cuya avidez engendra la indigencia, que sólo se logra evitar con el despego de la multitud. Y llamo multitud, no de hombres, sino de todas las cosas que abarcan nuestro sentidos.
Ni te admires de que sea tanto más pobre uno cuanto más cosas quiera abrazar.
Porque así como en una circunferencia, por muy grande que sea, sólo hay un punto adonde convergen las demás, llamado por los geómetras centro, y aunque todas las partes de las circunferencia se pueden dividir infinitamente, sólo el punto del centro está a igual distancia de los demás, y como dominándolos por cierto derecho de igualdad. Mas si quieres salir de allí a cualquier parte, cuando de más cosas vayas en pos tanto más se pierden todas: así el ánimo, desparramado en sí mismo, recibe golpes innumerables y vese extenuado y reducido a la penuria de un mendicante cuando toda su naturaleza lo impulsa a buscar doquiera la unidad y la multitud le pone el veto.



San Agustín, El orden, Libro primero, capítulo 2


Epicuro
(341 a.C - 270 a.C)
Nosotros necesitamos del deleite cuando nos dolemos de no tenerlo; más cuando no nos dolemos, ya no lo necesitamos. Por lo cual decimos que el deleite es el principio y fin de vivir felizmente. [...] Tenemos por un gran bien el contentarse con una suficiencia, no porque siempre usemos escasez, sino para vivir con poco cuando no tenemos mucho. [...] Así, cuando decimos que el deleite es el fin, no queremos entender los deleites de los lujuriosos y derramados, y los que consisten en la fruición, como se figuraron algunos, ignorantes de nuestra doctrina o contrarios a ella, o bien que la entendieron siniestramente, sino que unimos el no padecer dolor en el cuerpo con el estar tranquilo en el ánimo. No son los convites y banquetes, no la fruición de muchacho y mujeres [...] sino un sobrio raciocinio. De este lo más estimado es la prudencia; de manera que lo más estimable y precioso de la filosofía es esta virtud...
Y así como no elige [el sabio] la comida más abundante, sino la más sabrosa, así también en el tiempo no escoge el más diuturno, sino el más dulce y agradable.



Epicuro, Carta a Meneceo

martes, 19 de julio de 2011

Correspondencia de Abelardo y Eloísa

Leer Cartas de Abelardo y Eloísa (google e-books) Eloísa a Abelardo (Olvídate de mí) de Alexander Pope, en español.
Materia pendiente eran las cartas de Abelardo y Eloísa. Las leí de una edición muy vieja que encontré digitalizada en google-books. Quizás no sea lo más recomendable, puesto que el español en que están traducidas es un poco antiguo y, por este motivo, la acentuación y ortografía distan mucho de las actuales. 
En esta edición, de 1826, el editor ha recortado fragmentos de la carta que manda Abelardo a Filinto (que es la ocasión que da inicio a la correspondencia con Eloísa). No queda claro si estos recortes se deben a un propósito sintético o a un prurito puritano, pues parece ser que algunos segmentos son considerados subidos de tono por quien hace la nota introductoria. Textualmente: hay expresiones que puestas en idioma vulgar ofenderían los oídos castos (Abelardo y Eloísa escribían sus cartas en latín). .....Para quien no conoce la historia, estos sucesos tienen lugar en el siglo XII. Eloísa es una joven de quince o diecisés años, que vive bajo la tutoría y cuidado de su tío Fulberto (canónigo de la catedral de París), quien contrata a Abelardo (reconocido filósofo de treinta y siete o treinta y ocho años) para que la instruya. Abelardo y Eloísa se enamoran y, tras unos meses, ella queda embarazada, motivo por el cual Fulberto entra en malos tratos con el maestro. Abelardo decide subsanar esta relación casándose con Eloísa, a pesar de la renuencia que ésta manifiesta ante el matrimonio. Las nupcias se celebran en secreto y los amantes mantienen oculta su condición. Pero Fulberto no considera suficientemente reparado el honor de su sobrina y sale a pregonar la noticia de la boda. Ella, para proteger a su marido (a quien le serían negados los rangos eclesiásticos de divulgarse la relación) niega el matrimonio, dejando así a su tío en ridículo frente a la comunidad. Fulberto, por consiguiente, comienza a maltratar a su sobrina, por lo que Abelardo la envía al monasterio de Argentuil. Creyendo el tío que Abelardo la secuestra y oculta para proteger su perfil académico, decide tomar venganza de ambos y manda a castrar al amante. 
Debido a que imperaba la ley del Talión, ya sabemos lo que les pasó a los perpetradores (la investidura protegió al canónigo de sufrir el mismo fin, en vez su pena se redujo al destierro y a la confiscación de bienes). 
Tras los incidentes, Abelardo confina a Eloísa al claustro y luego él hace lo mismo. Ella toma los votos luego de dar a luz a un niño al que llama Astrolabio en honor a la lección aplazada en la que lo concibió. De este niño se sabe prácticamente nada, a excepción del nombre y de que fue retirado del cuidado de la madre cuando era bebé. 
Quedan así separados y es una carta que Abelardo dirige a un amigo la que llega inesperadamente a las manos de Eloísa. En ella él intenta consolar a un triste compañero contándole sus propias penas:
Por la triste relación que me haces de tus desgracias veo cuan necesitado te hallas de pronto y eficaz consuelo; pero ¿crees, querido Filinto, ser el hombre único que llora y padece en el universo? ¡Ay de mí, a quién te diriges! [la gente no cambia mucho a través del tiempo] Sabe y contempla mis desgracias, y las tuyas te parecerán menos sensibles luego que las compares...
O sea, que Eloísa se entera de todas las desventuras ocurridas a su amado mediante esta carta (Abelardo fue en ese decurso acusado de herejía y corrido de varios monasterios).
Ella inicia entonces la correspondencia. En total el libro cuenta con cinco cartas y tres poemas. Dos de estas poesías están escritas en nombre de Eloisa y una de Abelardo, pero en realidad son paráfrasis. Se trata, como indica el traductor, de interpretaciones libres puestas en verso por otros autores que, al parecer, las recopilaciones agregaban al final de la correspondencia. ....Hay muchas versiones para chequear, pero es bueno echarle un ojo a esta Cartas de Abelardo y Eloísa (1814), editada en Valencia, por José Ferrer de Orga, (ver la última página) porque en ella se colocan los nombres de los autores de las poesías (en la versión que leí no estaban, y he visto que hay gente que busca con ahínco la traducción al español del poema de Alexander Pope Eloísa a Abelardo, o más comúnmente llamado Olvídate de mí). Pues bien, este poema es el que aparece en la página 79 de dicha edición (ver página 77, allí se aclara el autor). También pueden encontrarlo traducido en otra versión española Correspondencia de Abelardo y Eloísa (1826) yendo a la página 121. .....En una edición más prolijamente digitalizada, que ocupa dos tomos de trescientas páginas cada uno (que incluye la versión original, en latín): Cartas de Abelardo y Heloísa (1839, Barcelona, Imprenta de A.Bergnes), se encuentra esta queja indignada de los editores: Verdad es que los librejos que hasta ahora han recorrido España bajo el título de Cartas de Abelardo y Eloísa eran muy poco al caso para presentar a los dos amantes bajo su verdadero punto de vista. En dichas cartas (parodiadas más bien que "traducidas libremente", como dicen las posdatas), el formidable rival de San Bernardo y la eruditísima abadasa del Paracleto hablan la insípida jerga de los amartelados vulgares de la novela; y hasta en sus retratos se han cometido los anacronimos más deplorables. 
Si debemos fiarnos de esta versión que asume una aproximación más real de los retratos, los amantes deberían lucir más o menos así: ...
-----------
Sigamos con el contenido: .Dice Eloísa:
...el tiempo, que todo consume, no ha podido destruir el odio de estos contra ti, y tu virtud se ve aún perseguida, prometo publicar nuestras desgracias en diferentes idiomas para avergonzar al siglo injusto que no te ha conocido: nada omitiré...

 

Y no omite nada. Contrasta mucho su naturalidad con el recato que opone Abelardo al dirigirse a ella, por momentos gélido. Tanto se contiene Abelardo en honor a la virtud, y tanto le pide ella de verlo que él termina soltándole una perorata más del amor a Dios (el único amor que constituye una virtud) y ofreciéndole sus restos:
...no para derramar lágrimas, que ya no será tiempo: viértelas ahora para apagar en ellas ardores criminales: entonces me verás, para fortificar tu piedad con el horror de un cadáver, y mi muerte, más elocuente que yo, te dirá qué es lo que se ama cuando se ama a un hombre.
Fiel hijo de la escolástica, resulta menos abierto (a pesar de toda su filosofía) que Eloísa, quien incluso se atreve a cuestionar preceptos que para él son incuestionables. Para ello tiene una hábil estrategia, suelta sus ideas y luego se reprende a sí misma. Sin embargo, por más empeño que pone Abelardo, se le sueltan frases como estas:
Hice voto de olvidarte, y sólo he olvidado el voto.
¡Nada espero del amor, y no puedo consagrarme a la virtud!
Entiéndase virtud como una manera consecuente de obrar respecto de las pautas divinas. Implica la renuncia a los placeres terrenales y a todo tipo de pasiones. Y también estas otras:
...y si no triunfas de ella, bien puedes perder la esperanza de tu eterna salvación: ¿y yo qué partido quieres que tome? ¿quieres que, rebelde al Espíritu Santo, ahogue sus inspiraciones, y vaya por complacerte a enjugar las lágrimas que el demonio te hace verter?
*
En todo caso, ninguno de los dos triunfa del amor, más bien representan un papel socialmente aceptable:
Procuro, cuanto menos, ocultar mi caída a las vírgenes que confiaste a mi cuidado[1]. Todas admiran mi virtud; pero si sus ojos penetrasen hasta lo íntimo de mi corazón ¿qué cosas no descubrirían? Allí, verían amotinadas mis pasiones, y que yo, gobernándolas a ellas, no puedo gobernarme a mí misma. [...] Esta criminosa ficción es loable de algún modo; así no causo escándalo a las gentes del siglo, tan propensas a formar malos juicios, ni perturbo la virtud de estas palomas, cuya conducta me está confiada: con un corazón henchido de amor hacia un hombre las exhorto a que amen a Dios solamente.
El mundo que comúnmente se engaña en sus juicios, me cree sosegado; y como si no hubiera amado en ti sino la satisfacción de mis sentidos, piensan que te he olvidado. ¡Qué grosero error! Sin duda creo que imaginaron que el dolor y vergüenza de verme cruelmente maltratado me hacían abandonar el siglo; como si mi amor, ingenioso en buscar contentamiento, no fuera capaz de inventar mil placeres tan sensibles como el de que me privó Fulberto.
*
El amor visto como una tentación diabólica, la culpa por sentirlo, la pasión incontrolable, las confesiones y los recuerdos dominan las letras. Testimonio del amor que Abelardo siente por Eloísa queda no sólo en las cartas sino también en Historia de mis desventuras, la autobiografía de Abelardo, escrita en 1132 (que es en realidad la carta dirigida a su amigo Filinto). Copio una parte del estudio preliminar hecho por José María Cigüela, que me parece significativo:
Evidentemente, en los amores entre Abelardo y Eloísa no se guardaron los cánones reinantes en el amor cortesano: "las realidades del amor no son sublimadas hasta las alturas del amor platónico; el amor físico de la criatura no conduce al amor del creador; la dama no es aquí la reina, sino la esclava". No se trata de la expresión clásica del amor. Son amores más bien salvajes, atormentados por los conflictos entre la fe y la pasión. Nada hay de idealización en estos amores, todo es humano. Eloísa está dispuesta a sacrificarse enteramente por su amado. No quiere ser su esposa porque serlo redundaría en desmedro de la carrera de Abelardo. Lo llama "su único". Realmente esto no entraba dentro de las normas del amor cortesano que reinarían a fines de siglo.
------------------------------------------------------------- Algunas imágenes -------------------------------------------------------------
1- Abelardo y Eloísa tal como aparecen en el Roman de la Rose (siglo XIV) 3- Abelardo y Eloísa sorprendidos por Fulberto, por Jean Vignaud (1819) 2- Abelardo y ELoísa, por Robert Bateman (1879) 4. Abelardo y Eloísa, por Edmund Blair Leighton (1882) 5- Códex Manesse 6- Sepulcros de Abelardo y Eloísa en el cementerio Père Lachaise, de París. 7-Abelard and Heloise, Eleanor Fortescue Brickdale 8- Aberlard and Eloise, Óleo de Ke-Hsin Jenny Chi.

.............................................

[1]Eloísa era la abadesa del Paracleto, el convento levantado por orden de Abelardo, tenía a su cargo la instrucción y cuidado de las monjas.