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jueves, 24 de marzo de 2011

Nueve cuentos, Jerome David Salinger

El libro se publicó en 1948 por vez primera. Ex combatiente de la Segunda Guerra Mundial, su autor, deja ver la desazón de post guerra, el choque de los combatientes con ese otro mundo familiar que se dejaba entrever en las cartas de los parientes y que se vuelve irreal en la lejanía y poco comprensivo y frívolo luego del cese bélico. El mundo civil hace un contraste doloroso con el mundo de la guerra y con las secuelas que ésta deja. En Un día perfecto para el pez plátano se ilustra tanto la angustia del veterano como el recelo de la gente hacia él. En Para Esmé, con amor y sordidez, el relator protagonista es un soldado. En El tío Wiggily en Connecticut una de las chicas sufre frustración y depresión por la pérdida de su novio en el frente.
La mayoría de los relatos tiene una marcada presencia infantil. Los niños juegan diversos papeles, pero casi siempre se muestran maduros y hablan con una habilidad lingüística propia de un adulto, en algunos casos con una diplomacia arrolladora. Son inteligentes, audaces e instruidos. En el caso de Para Esmé con amor y sordidez (a excepción del hermano de la niña) así como también en Teddy, son precoces, verdaderos niños prodigios. El niño de En el bote es comprometedor, oye lo que no debe y sabe inferir lo que no oyó. 
En los cuentos de este libro hay una sutil tensión que pone en duda de manera tácita las reglas morales. En Para Esmé, con amor y sordidez flota una pasión jamás asumida explícitamente entre el soldado que debe regresar a la lucha y esta niña de trece años que se le acerca a conversarle como si fuera una adulta y lo hace prometerle que mantendrá correspondencia con ella.
En Justo antes de la guerra con los esquimales los protagonistas son adolescentes. Es un relato en el que se acusa el esnobismo de cierta clase social, así como su ignorancia y frivolidad. El lenguaje de los adolescentes es verosímil, así como lo que piensan, sienten, desean y la manera particular en que ven el mundo. Diría que el miedo al fracaso, y el fracaso mismo, se entrelazan con las exigencias sociales y los perturban. 
Linda boquita y verdes mis ojos es el que más me gustó. Al finalizarlo uno se queda con una paradoja que, en realidad, no sabe a cuál de los posibles yerros interpretativos adjudicarle. El nombre de la chica que acompaña al anciano del teléfono nunca se indica, quizás no sea la misma de la que habla el interlocutor. O quizás, entonces, la otra chica no sea la aludida. ¿Pero cómo es posible? El final tiene múltiples explicaciones, tantas como las que le halle el lector.
Es una narrativa que no termina de decirlo todo, deja vacíos que el lector debe llenar asumiendo el control del drama. Es un escritor que evita las redundancias, sí en cambio hace uso frecuente y profuso de los diálogos. Las descripciones no hacen a la trama, sino al personaje; pueden parecer superfluas si uno no atiende a la función retratista que las convoca. 
Muchos de sus cuentos no tienen un final contundente, es como si lo dicho hasta allí fuera lo verdaderamente importante y como si el cuento se pudiera seguir escribiendo luego del punto final. En general, queda expresado en situaciones cotidianas contadas con naturalidad y verosimilitud un inconformismo, por momentos triste y pesimista, y una empatía con los niños que se evidencia, sobre todo, en El hombre que ríe. En Teddy se vuelcan todo tipo de críticas a la sociedad y al sistema educacional. También puede reflejar un ideal, se sabe que el autor era simpatizante de doctrinas budistas que difundían el acto de desaprender las conductas adquiridas y los conceptos establecidos para dar cabida a las posibilidades que quedan vedadas por los mástiles de la razón y de la lógica. Se cuestiona la realidad tal cual la conocemos, se muestra hasta qué punto estamos condicionados por patrones incuestionables y cómo nos dominan los prejuicios.

—¿Se acuerda de la manzana que Adán comió en el jardín del Edén, como se cuenta en la Biblia?—preguntó—¿Sabe lo que había en esa manzana? Lógica. La lógica y además cosas intelectuales. Eso es lo único que tenía adentro. Así que (esto es lo que quiero señalar) lo que tiene que hacer es vomitar todo eso si quiere ver las cosas como realmente son.

El problema es dijo Teddy que la mayoría de la gente no quiere ver las cosas tal como son. Ni siquiera dejar de nacer y morir a cada rato. Quieren tener constantemente cuerpos nuevos, en vez de detenerse y permanecer en Dios, donde se está bien de veras [...] Nunca vi una banda semejante de comedores de manzanas.

El último cuento El período azul de Daumier-Smith es una divertida sucesión de anécdotas de un joven de diecinueve años que regresa a Norteamérica luego de haber vivido los últimos nueve años en Francia. El regreso le resulta turbador, así como la muerte de su madre. Dispuesto a escurrirse de la vida que lleva, hacinado en una pequeña habitación con su padrastro, envía ostentosas cartas (descaradamente mentirosas) a Montreal con el fin de obtener un puesto como profesor de arte. Todo lo que ocurre a partir de ello es contado con frescura y gracia, tanto las mentiras de este joven-adulto, su inseguridad y su carácter enamoradizo que va a sacar a relucir nada menos que con una monja, como la correspondencia llena de pasión y desbordes emocionales justo cuando debe ser profesional (ha ocupado un cargo de profesor de enseñanza artística a distancia).
No tenía una idea muy clara de cómo debía ser mi protesta. Pienso que lo que temía era llegar junto a su escritorio sólo para comunicarle, gritando: "Mi madre ha muerto, y yo tengo que vivir con su encantador marido, y nadie habla francés en Nueva York, y en la habitación de su hijo no hay sillas. ¿Cómo espera que le enseñe a dibujar a estos chiflados?"
Siempre nos damos cuenta demasiado tarde, pero la diferencia más notable que existe entre la felicidad y la alegría es que la felicidad es un sólido y la alegría es un líquido.

El libro más conocido de Salinger es El guardián entre el centeno, también llamado El cazador oculto. Tras su muerte, ocurrida en enero del año pasado, se ha analizado la posibilidad de llevar esta obra suya al cine. El autor siempre rechazó las propuestas de Hollywood y manifestó su disgusto ante la idea de que se lleven sus obras a la pantalla.

2 comentarios:

Nelson dijo...

Yo he quedado muy a gusto con la prosa y el estilo de Salinger, fiel a su procedencia norteamericana. Estilo corto y directo. Sin embargo, resalta, obviamente por sobre el resto. Dice cosas sin decirlas, como lo hacen los mejores, y sus diálogos son correctamente construidos.

"No era una chica a la que una llamada telefónica le produjera gran efecto. Se comportaba como si el teléfono hubiera estado sonando constantemente desde que alcanzó la pubertad" -Un día perfecto para el pez plátano-

Me falta leer la novela a la que haces referencia, "El guardián en el centeno", he leído excelente críticas y tengo muchas ganas de conseguirla. Uno nunca sabe qué experiencias están a punto de ocurrir cuando abre una buena obra.

De esta recopilación de relatos resaltan, a mi entender, "Teddy" y "El período azul..." ¿Por qué azul? Cuento extraño y atrapante éste último. Ahora, ¿no notaste cierta erotización de algunos de sus personajes infantiles?

Pablo dijo...

Hola Hombre de neanderthal. Sé que escribiste eso en 2011, mi respuesta llega un poco tarde pero acá va: se llama el período azul porque hace referencia a Picasso, pintor que se menciona muchas veces en el cuento, y que en la vida real tuvo una etapa que los críticos llaman "azul". En ese periodo Picasso estaba muy triste, solo, encerrado y angustiado por la muerte de una persona cercana. Cualquier similitud con el protagonista del cuento no es pura coincidencia. Saludos!

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