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jueves, 17 de marzo de 2011

Diario de la guerra del cerdo, Adolfo Bioy Casares



Una deuda con Bioy, aunque en realidad es una deuda conmigo misma, ya que a este tipo de escritores le sobran lectores; en cambio a mí me falta mucho por leer.
Sorprendida gratamente por esta obra. Es una novela de argumento trágico, contado sin embargo con visos de humor. Con mucha trama dialogal, expone una pluralidad de voces. Los criterios y formas de pensar de los viejos, principales protagonistas (aunque en realidad verdaderos escapistas, a expensas de los acontecimientos) son variados y encontrados. ....El tema principal que da basamento a la novela: el gerontocidio masivo. Sin ser explícito al comienzo, empiezan a aparecer los primeros síntomas de una segregación paulatina y creciente, unánime.
Como todo lo demás, afloja con el desgaste y uno ya no aguanta [...] En resumen, una mala combinación, impaciencia y reflejos lentos. No es milagro que no nos quieran. 
Con una gracia narrativa muy particular, Bioy mete al lector dentro de la novela y también dentro del personaje central: Isidoro Vidal. Mechados en las conversaciones aparecen pensamientos de Isidoro que a veces se ejecutan con el tenor de una sentencia o de una máxima y que nos muestran la personalidad del personaje, sus miedos, sus convicciones, pero sobre todo, sus reveladoras reflexiones. 
Escrita en tercera persona, con una tensión que se mantiene desde el comienzo hasta el fin, y con mucha fluidez discursiva, el relator nos va descubriendo las verdaderas raíces del encarnizamiento de los jóvenes que instigan esta guerra:
.—¿Qué leías?
—En Ultima Hora, el recuadro sobre La guerra al cerdo. 
—¿La guerra al cerdo? —repitió Vidal. 
—Yo pregunto —dijo Arévalo— ¿por qué al cerdo? 
—Ese al me parece incorrecto —opinó Rey.
—No, hombre —protestó Arévalo—. Pregunto por qué ponen cerdo. Este pueblo no es consecuente en nada, ni siquiera en el uso de las palabras. Siempre dijimos chancho.
—Basta el capricho de un periodista y todo el país hablará de la guerra al cerdo —señaló Rey. 
La discusión hace oscilar la palabra cerdo atribuyéndola a los atacantes o a los atacados según se emplee al o del. Está claro que el título termina resolviendo este enigma. O si buscamos en las conversaciones: 
.—Esta es la juventud, que debía pensar por sí misma —adujo Arévalo—. Piensa y actúa como una manada. 
—Te equivocas —declaró Rey—. Como una piara. Una piara de cerdos. 
Lo cierto es que la vergüenza de los hijos al mostrarse en público con sus padres o abuelos, o la vergüenza del propio viejo ante las miradas que le enrostran su vejez es una constante que nos expone hasta qué punto las mentiras sociales logran convencer a los marginados de que su marginalidad es merecida y justa. El discriminado termina internalizando el discurso hegemónico, esto es, termina creyéndose lo que le imputan. En esta tesitura, la única manera de sortear la auto-discriminación es mediante la negación, como un negro racista que se creyera blanco, un cholo que renegara de su parte indígena, un homosexual reprimido y homofóbico o una mujer misógina que se apartase de sus congéneres, a don Isidoro le da por pensar que él no pertenece a la franja etaria afectada o que debe evitar su contacto:
Pensó que si tuviera ánimo pasaría por lo de Jimi, para preguntar si el amigo había regresado, pero pudo más el impulso de llegar cuanto antes a casa de Nélida, como si junto a ella estuviera a salvo, no de la amenaza de los jóvenes, que ahora casi no lo asustaba, sino del contagio, probable por una aparente afinidad con el medio, de la insidiosa, de la pavorosa vejez.
La saña y algo mucho peor, la indiferencia, llegan al colmo: a la absoluta cosificación de los ancianos. —Qué lo van a pisotear, si estaba en lo alto de la tribuna... ¿Sabe cómo fue? El partido no empezaba, la gente se aburría, alguien propuso: ¿Tiramos un viejo? El segundo viejo que tiraron fue el señor Néstor. La historia nos previene que muchas aberraciones del pasado no respondieron a una impulsividad mal contenida del temperamento humano, sino a la sistematicidad, a la organización alevosa y premeditada. —Lo triste es que no hay nada más detrás del movimiento. Absolutamente nada. La desolación.
.—Ah no, señor. En ese punto se equivoca —dijo el muchacho. 
—¿Usted cree? —preguntó Vidal y, acaso buscando ayuda, miró hacia donde estaba Arévalo. 
—Me consta. Hay estudiosos. Detrás de todo esto hay mucho médico, mucho sociólogo, mucho planificado. En la más estricta reserva le digo: hay también gente de iglesia. 
Pero mientras más empecinada sea la vejación, mientras más se solvente el exterminio, más calcados quedan los sentimientos ocultos de inferioridad de los perpetradores o el pánico a la caída en aquello que le es imposible sortear o postergar:
—En esta guerra los chicos matan por odio contra el viejo que van a ser. Un odio bastante asustado... 
De alguna manera, la exposición de un tipo de discriminación ilustra todas las posibles clases. Fue una obra que me hizo recordar por su contenido a Ensayo sobre la ceguera, claro que esta segunda incluía menos diálogos y que la diferencia estilística y contextual las separa bastante.
—Para mantener las apariencias, el gobierno ya no tolera el menor desmán en lugares públicos. 
—¿Qué les ha dado a estos? Todos hablan de hechos aislados —preguntó Arévalo. Jimi explicó:
—Escucharon anoche el comunicado del ministerio. Decía que la situación estaba perfectamente controlada, salvo hechos aislados
Una reflexión interesante: El búho es el símbolo de la filosofía. Inteligente, pero repulsivo.
El desprecio por la vejez resalta por oposición una desmedida cotización de la juventud. En esta obra la entronización de lo joven, lo nuevo, lo presente y lo versátil se opone vehementemente a lo viejo, lo antiguo, lo pasado y lo estable. Considero a esta inquietante novela de una vigencia increíble. Es como un signo de alerta.

4 comentarios:

Marisa dijo...

No conocía esta novela, Noelia, pero después de leer tu análisis esa calificación que haces de "signo de alerta" me parece muy juiciosa.

Gracias por presentarla.
Un fuerte abrazo.

José A. García dijo...

La película de Torres-Nilson que adapta éste libro es muy interesante también, le da otra visión a la historia, tal vez no tan jugosa como la versión de Bioy, es cierto, pero interesante.

A veces la pasan por Volver, a veces no.

El libro es, como casi todo lo de éste autor, muy interesante (sigo pensando qué quiso decir con el final de ''Dormir al sol'', pero ese es otro libro)

Saludos y Suerte

J.

Noelia A dijo...

Marisa, gracias a vos por pasarte. Un beso grande.

José, no sabía que existía la película de esta obra. De Torres-Nilson vi la que filmó para el libro "La caída" de Beatriz Guido, que estuvo de los más fiel al la novela.
Debe estar muy buena, la buscaré, ¡gracias por el dato!. Abrazo

José A. García dijo...

Torres-Nilson también filmó una versión del cuento Emma Zunz de Borges pero con el título de 'Días de odio, no sé a qué se debió el cambio. Te dejo el enlace de la wikipedia

http://es.wikipedia.org/wiki/D%C3%ADas_de_odio

Saludos y Suerte

J.

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