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Sugerencia de la semana: Noche en el hotel, Slawomir Mrozek (microcuento)

martes, 12 de octubre de 2010

Deseo, de Elfriede Jelinek

Artículo recomendado para comprender este libro: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=132051&titular=la-pornograf%EDa-y-la-industria-del-sexo-
    Está plagado de metáforas, comparaciones, metonimias, etc., todos recursos más propios de la poesía que de la prosa, que vienen a atenuar un poco la crudeza de lo que se está exponiendo. Continuamente, estas alusiones (veladas o no) este intento de eufemismo, fracasa, porque lo que se dice llega a un clímax en que la indignación manda a hablar sin remilgos. Creo que puedo arriesgar a decir que la trama descriptiva tiene un papel más importante que la narrativa en esta obra, y que se trata de un retrato. La ironía es un rasgo constante.
    El tema principal tratado es el sexo y la forma en que se hace uso de él para dominar a otra persona, o para, sencillamente, usarla como a un utensilio. Como lo dice en la contratapa Deutsches Allgemeines Sonntagsblatt: "La liberación de los mecanismos de poder en Deseo se denuncian mediante una verdadera obra de arte" 
    "Es una dura crítica contra la presunta placidez de la burguesía y su respetabilidad y contra su supuesta liberación sexual"
    La autora pone en escena un matrimonio conformado por Gerti y su marido, el director de una fábrica de papel que ensucia tanto el ambiente como a su propia mujer. Los episodios sexuales están descritos sin tapujos, descarnados. Este hombre es el consumidor por antonomasia, y también se desempeña como consumidor ante el cuerpo de su esposa. 
    "Ahora, este director, ha tenido a tiempo su masa crítica. Primero aprieta el rostro de la mujer contra su producto íntimo, después la deja mirar su zona íntima. Ella no quiere refrescarse en su agudo chorro, pero tiene que hacerlo, el amor lo exige. Tiene que cuidarlo, limpiarlo con la lengua y secarlo con los cabellos."
    También tienen un hijo, al que el padre se encarga de imponer la ideología capitalista y la supremacía del más fuerte (ese poderío del que queda afuera el género femenino): 
    "El niño [...] mira el cuerpo de la madre con astucia y descaro [...] No sabemos por qué, pero el niño tiene una boca hambrienta que llenar de palabras sucias, en las que aparecen su madre y sus a menudo ensangrentadas bragas. El niño lo sabe todo.[...] 
    El muchacho compra siempre para él sólo. Apenas advierte a sus compañeros, a lo lejos, que tienen que mirar cómo se gasta el dinero el hijo del director."
    La crítica no sólo va para los hombres en cuanto al uso que le dan a la mujer, sino también para la mujer que se deja usar a cambio de una recompensa material, de una jaula de oro:  
    "...cuando ella mantiene cerradas las piernas él puede situarse encima de ella y orinarle en la boca. Qué ¿que no puede? Le golpeamos la rodilla hacia arriba y damos una palmada (¡aplausos, aplausos!) [...] ....Cuando el hombre despierta de su embriaguez, se inclina enseguida a complacer a la mujer. Tiene buen carácter. Sí, él paga, ha pagado todo lo que usted ve aquí reproducido en colores. ¡Seque sus mejillas!" 
    Este padre que es el señor director no respeta ningún límite, el límite mismo es su propio deseo, y ése, su deseo, no tiene cotos, es infinito:
    "La mujer implora que por lo menos delante de su hijo, ese animal incultivado que hasta el último momento podría lanzarse sin previo aviso desde su esquina del ring, se tenga algo de precaución." 
    Este hombre es autosuficiente y todo lo que hay dentro de su casa y dentro de su fábrica le pertenece. Todos son bienes suyos, y, algunos, son bienes de uso. Vean esta imagen: 
    "El director es tan grande que es imposible circundarlo en un solo día."
    Y hay que hacer una diferenciación entre lo que sería el sexo libre y desprejuiciado, de este otro que se manifiesta aquí, en donde el hombre somete en todo momento a su esposa, y ella se doblega, como si ser esposa fuese un empleo de tiempo completo en el cual su cuerpo desempeñase la totalidad de las funciones. Está claro que el disfrute es unilateral y que el consentimiento falla la mayoría de las veces. Hay en cambio una humillación, atropello, violencia, perversión y utilizamiento. La autora está denunciando esta confusión, este atroz encubrimiento, porque nada que se precie de libre puede ser impuesto. 
    "La mujer se contorsiona como un pez, porque tiene las manos atadas, mientras el hombre le hace cosquillas y le pincha un poco con agujas." 
    Acusa la hipocresía del matrimonio entendido religiosamente como un sacramento sagrado. Si antes el hombre volcaba en el prostíbulo lo que no podía por decencia (o por lo que fuera) hacer a su propia esposa, ahora lo hará sin tapujos gracias a la pancarta del sexo libre. Es como una puerta abierta por la que se cuela el dominio, el poder ejercido desde el patriarcalismo. A eso se está refiriendo la autora. La pureza católica es una farsa, una hipocresía. 
    "Con la llave del portal, se adquiere el derecho a la ración diaria, y se puede tirar del clítoris o cerrar de golpe la puerta del water; la patria católico-romana se pliega, pero hace que la gente vaya a los centros de planificación familiar y se case. Y la casa tiene qu
e encender las luces de SOS mientras la mujer es utilizada.[...]     Este placer les fue autorizado por la sociedad cristiana que los casara un día. El padre puede degustar infinitamente a la madre [...] 
    El hombre utiliza a la mujer como al papel que fabrica." 
    Este hombre que se vanagloria de sus avatares sexuales, se regodea de lo que le hace a su esposa en la cantina junto a sus amistades, no pierde oportunidad de mostrar su poder y de humillarla enfrente de terceros. 
    "La coge por el escote delante de los invitados, ríe y sirve los fiambres. ¿Quién de ellos no necesita papel? y el cliente satisfecho es el rey. ¿Quién no tiene sentido del humor?" 
    Es crítica en cuanto a la televisión, en lo cual me parece certera, los medios de comunicación eternizan fijando en comerciales las tareas domésticas como actividad exclusivamente femenina y realzan las ofertas de lo que sea que vendan con un cuerpo femenino bien calzado en ropa pequeña.
    "La mujer está dividida en tres partes: ¡eche mano arriba, abajo o en el centro![...] Él compra al niño ropa nueva, ella, limitada como es la Naturaleza, tiene que lavarla. Se lo enseñan en la televisión.
    No tengo que explicar que estas frases de arriba son irónicas. 
    "El tiempo parece haber pasado sin dejar rastro por mujeres como esta que aparece en la foto, metida en el cajón en que su marido la ha guardado bien para su disfrute 
    El hombre decide exigir a la mujer la observancia del contrato conyugal. Le tapa la boca con la mano, y es mordido. [...] Ella intenta sacudírselo, pero pronto se queda paralizada, tiene que permanecer quieta, los ojos cerrados. No le gusta lo salvaje, él mismo lo es." 
    Creí que la mejor manera de exponer este libro era con ingentes citas, así el lector sabe a lo que se expone y no lo toma de sorpresa. Las escenas sexuales son crudas, podrían herir las susceptibilidades de un lector desacostumbrado a episodios de alto erotismo y, lo que es peor, de violencia.
    Elfriede Jelinek, austríaca, es una militante por los derechos femeninos, por la igualdad. Estas líneas que pongo a continuación me parecieron vigentes: 
    "Nosotras, las mujeres, tenemos que sembrar con mano dura en la pradera, en los parquet de los locales tenemos que demostrar nuestra valía [...] En cada lugar tenemos que empezar por demostrar que somos válidas." 
    Aclaro que es irónica la frase, una queja, sacada de contexto se interpreta como afirmación. Es la denuncia de lo que esperan los incrédulos y prejuiciosos, la demostración. Mas, como bien me acotaron en los comentarios, no hay nada que demostrar. En eso estaremos todas de acuerdo seguramente.

9 comentarios:

Joe dijo...

Como crítica aparece el lado morboso de uno y en mas de un tipo sórdido me veo reflejado, no me da nada, simplemente es lo que es. Bien por la autora que sabe ponerme la mascara.

jlg

Noelia A dijo...

No creo que la autora esté poniendo máscaras, creo que las está quitando, más allá de a cuántos abarque la generalización.
Pero por cómo te defendés, es que te viste aludido.

Noelia A dijo...

Aconsejo leer con detenimiento esta parte: "Está claro que el disfrute es unilateral y que el consentimiento falla la mayoría de las veces"

Anónimo dijo...

Se confunde mucho la libre sexualidad con el sometimiento, es verdad. El libro es bastante denso eso sì.
Cabe tener claro que si falla el consentimiento ya es una violaciòn, por màs que estèn casados, y si el placer lo obtiene uno solo es una canallada.
Si el uso fuera mutuo no habrìa nada de que quejarse.
Lo sintetizaste bien acà
"nada que se precie de libre puede ser impuesto"

Marisa dijo...

Tema polémico el de este libro e, intentar opinar sin haberlo leído me parece un poco atrevido por mi parte. No obstante, teniendo en cuenta el tema que trata, es obvio que todo acto sexual entre dos personas, sin mutuo consentimiento, ni mutuo placer, sino sólo enfocado en una sola dirección, o bien se trata de una violación o bien de una violenta humillación. Esto no es obvio, sino de sentido común.
Otra cosa son las diferentes formas de placer que cada pareja elige. Todo es válido siempre y cuando sea libremente consentido por ambas partes. Estos "placeres" son exclusivamente cosa de dos, no de debate social. (También esto es de sentido común).
En cuanto al final de tu entrada y esa cita, no puedo estar de acuerdo, querida Noelia. La mujer no tiene porqué demostrar su valía, no tiene que demostrar nada, absolutamente; simplemente posee esa valía, y habrá hombres inteligentes que la perciban, y otros que no. Precisamente a estos últimos, es a los que habría que "demostrarles" esa valía, y curiosamente, son los que menos se merecen demostrársela. Históricamente, que no socialmente, el hombre no a tenido que demostrar su valía como hombre ¿por qué razón tiene que hacerlo la mujer? No demostremos nada porque nada hay que demostrar. El problema no es nuestro sino de aquellos que no saben reconocer nuestra valía.

Muy interesante tu entrada, Noelia, como siempre, y muy bien enfocada.

Un abrazo.

Noelia A dijo...

Marisa: exactamente. El sentido común lo dice, lástima que algunos carezcan de él y confundan la bandera de la libertad sexual con el atropello. En fin, sí, al parecer la obra misma fue y es polémica, por el enfoque que le da la autora.
Y la cita última, yo tampoco estoy de acuerdo en que hay que demostrar nada, no, no, ¡faltaba más!¡demostrar mis tornillos! jaja Lo que pasa es que todo el libro es así, irónico, y esa frase sin duda no revela un convencimiento de la relatora de "tener que demostrar", sino una indignación porque esto se espere de las mujeres continuamente, la demostración, porque ya del vamos, desde el prejuicio, se las presuma ineptas o menos aptas.
¡Sabía que tu comentario iba a ser de los más coherentes!
Un abrazo

Noelia A dijo...

Ahi hice la aclaración de la ironia, Marisa, falta que por una sacada de contexto y la falta de aclaración mía se interprete como que debemos demostrar.

Anónimo: gracias por tu aporte, bienvenido

Nelson dijo...

Hola, no he leído el libro así que no puedo opinar sobre él, sólo que leí sus primeras páginas, eso sí, poesía, metáforas, una prosa propia, exigente con el lector. Imagino al pobre traductor. Ya lo retomaré, seguramente.

Ahora sobre lo último que conversaban con Marisa, me hizo recordar al viejo Dylan: "Only a fool in here would think he's got anything to prove."

Noelia A dijo...

Estás en lo cierto, hombre de las cavernas.
Y con la frase de Dylan, mmm, no sé, depende a qué se la aplique. Los científicos demuestran cosas todo el tiempo, y no me parecen idiotas por eso.
Ya la había escuchado a la frase (si es que la entendí bien, es la misma) ¿La entendí bien?

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