.

Sugerencia de la semana: Noche en el hotel, Slawomir Mrozek (microcuento)

lunes, 11 de marzo de 2019

Las cosas que perdimos en el fuego, Mariana Enriquez

He concluido de leer este libro de relatos que me han recomendado.
Se agradece, me ha encantado. Yo buscaba algo similar a Samanta Schweblin. He de decir, tienen grandes diferencias. 

Mariana Enriquez utiliza mucho más expresiones coloquiales, hace alusión a hechos nacionales y echa mano de supersticiones, leyendas y mitos argentinos, con mucha más frecuencia de lo que pueda aparecer en un texto de Schweblin. El punto en común que encontré: ambas autoras llegan al terror por medio de la naturalización se situaciones extrañas; sus personajes se mueven con comodidad en ambientes y condiciones poco comunes, provocando, en el espectador que relata, cierta pavura. Diría que, si Schweblin convoca el vértigo y a la participación del lector por medio de la economía del lenguaje y el silencio en donde se debiera explicar algo... creo que Enriquez obtiene el mismo efecto, pero aturdiéndote.



Copio un fragmento de una reseña de Pablo Brescia que me ha parecido acertadísima:



"Si aceptamos que los escritores que frecuentan el terror le tienen miedo a algo y que en su escritura buscan enfrentarse a él —una clave de lectura que uniría ficción y vida— cabe la pregunta: ¿A qué le tiene miedo Enríquez? Respuesta posible: a la desaparición del cuerpo, núcleo condensador de las preocupaciones formales y temáticas de este libro y, quizá, de la obra narrativa en marcha de esta escritora.



La matriz de la desaparición, en tanto ideología significadora, nutre o aparece en casi todos los relatos. ¿Qué son la muerte o los asesinatos sino cuerpos desaparecidos? La madre y el niño que desaparecen en “El chico sucio”; los hombres que vienen a buscar a los “desaparecidos”, reencarnados en Florencia y Rocío, en “La hostería”; la chica-fantasma de “Los años intoxicados” y el exterminio final del novio punk; Adela, que abre la puerta y entra para siempre a “La casa de Adela”; la espeluznante desaparición sin rastros de Juan Martín en “Tela de araña” (el relato más sutil y por eso uno de los mejores del volumen); la aparición del enano y la ausencia de Marcela de la escuela en “Fin de curso”; el símbolo de la calavera como rastro de un cuerpo en “Nada de carne sobre nosotras”; el gato devorado por el niño, un aparecido, en “El patio del vecino”; el Riachuelo que oculta un ejército de zombies en el jugueteo con el policial de “Bajo el agua negra”; la paulatina desaparición física —hacia la virtualidad— del protagonista en “Verde, rojo, anaranjado”.

Pero la matriz de la desaparición no solamente funciona desde los núcleos temáticos del libro, sino que también se articula casi como un principio compositivo. Es decir, estos cuentos, bien logrados, con atmósferas opresivas, personajes inquietantes y situaciones límite, no terminan de cerrar, como si le hicieran caso a la definición de Borges del hecho estético como la inminencia de una revelación que no se produce.

El giro de Enríquez, su distanciamiento del canon, está en que no trabaja suprimiendo zonas del relato, sino más bien superpoblando las historias de detalles que, de cualquier modo, no alcanzan a explicar mucho. Por eso, el cuerpo de la escritura, en su sentido de cierre, también desaparece de algún modo. Como ejemplo, “Pablito clavó un clavito: una evocación del Petiso Orejudo”, único cuento relatado desde la perspectiva masculina, termina con la imagen de su protagonista —que, ¡oh casualidad! es narrador— “con un clavo entre los dedos” y la tensión no se resuelve ni disuelve; y el relato que cierra y da título al libro —que debería leerse en contrapunto a “Mujeres desesperadas” de Schweblin— propone la autoinmolación femenina como una especie de antídoto ante la violencia de género y en su estructura de fábula moral perpetúa la acción principal, el convertirse en “una verdadera flor de fuego”, hacia un “mundo ideal de hombres y monstruas”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Todos los comentarios llegan al mail y son leídos, sin importar la antigüedad de la entrada. Sus consultas también son bienvenidas.